miércoles, julio 11, 2007

La penúltima andanada de Santiago Carrillo

Mediático, odiado, amado, calumniado, alabado, protagonista de la vida política española desde hace más de 70 años, Santiago Carrillo Solares sigue al pie del cañón.

Nacido en 1915 en Gijón, hijo del dirigente socialista Wenceslao Carrillo, fue cronista parlamentario del diario El Socialista con tan sólo 15 años, secretario general de las Juventudes Socialistas con 19, cumplió condena por haber participado en la Revolución de Asturias. Gran impulsor de la unificación de las juventudes del PSOE y las del PCE, ocupó diversos cargos durante la Guerra Civil.

Siendo ya militante del PCE, es nombrado consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el general Miaja. Mientras ejerce esta responsabilidad se produce la matanza de Paracuellos del Jarama, principal argumento del régimen franquista para denostar a Carrillo tras su acceso a la secretaría general del PCE en 1962.

En el exilio, tras el suicidio de Pepe Díaz y el arrinconamiento de Vicente Uribe, Pasionaria es elegida secretaria general del Partido. Carrillo comienza a escalar posiciones y a apoderarse del aparato comunista. Estalinista convencido, supo adaptarse a la era Kruschev, habilidoso como pocos, genial estratega del camaleonismo político.

Expulsó a Jorge Semprún y a Fernando Claudín, cuando comenzaban a hacerle sombra. Sacrificó a Julián Grimau, enviándole a territorio español, donde fue torturado y fusilado. Cercó y controló a Pasionaria, arrebatándole el trono, condenándola a una posición honorífica de reina madre (Vázquez Montalbán dixit).

Santiago Carrillo fue secretario general del PCE durante 20 años, desde 1962 hasta 1982. Durante estas dos décadas, Carrillo dominó el Partido cómo si de un cortijo se tratase. Tras la muerte de Franco, imbuido por la fe eurocomunista, abandonó el rupturismo republicano y pactó con los herederos del dictador. Dilapidó el patrimonio heroico del comunismo español, única fuerza organizada que desafió al franquismo, por un puñetero plato de lentejas.

Personalista, autoritario, inteligente, maniobrero, astuto, eclipsó a los dirigentes del interior, curtidos en la lucha diaria, carne de cárcel, alejados de las mieles del exilio soviético. Simón Sánchez Montero, Marcelino Camacho, Luis Lucio Lobato, verdaderos soportes del antifranquismo militante, figuras históricas del movimiento obrero, pasaron a un segundo plano, relegados por la impresionante ambición del camarada secretario general.

Experto en el travestismo ideológico, mudó del estalinismo al eurocomunismo, para luego desembocar en la socialdemocracia, en la maldita casa común de la izquierda. Tras ser defenestrado de la secretaría general, fue expulsado del PCE en 1985, fundando un nuevo partido, cien por cien carrillista, Partido de los Trabajadores de España-Unidad Comunista, que compitió con la naciente Izquierda Unida en las elecciones generales de 1986.

Aquella organización, liderada por el propio Carrillo y por el sindicalista Julián Ariza, intentó socavar el planteamiento unitario de Marcelino Camacho dentro de CCOO, robando espacio electoral y social a IU. El invento carrillista duró poco, acabó diluyéndose en el PSOE en 1991.

Desde entonces, alejado del ruedo partidario, ha retornado a su primitiva profesión de periodista, cómo articulista en el diario El País y como comentarista en la cadena Ser. Siempre al servicio de esa hipotética ala izquierda del PSOE, siempre enfrentado al PCE.

Desde la torre de marfil de su sabiduría, colaboró en el proceso inquisitorial contra Julio Anguita, símbolo del renacimiento de la izquierda comunista tras la Transición. Satanizando a Anguita, acusándolo de haber sido falangista en su juventud, Carrillo rememoraba los procesos estalinistas contra Heriberto Quiñones, Jesús Monzón o Gabriel Trilla.

Asalariado del grupo Prisa, escudero del empresario Jesús de Polanco, analista impenitente de la realidad española. Bestia negra de la dictadura durante mucho tiempo, insultado y vejado por la ultraderecha y sus altavoces mediáticos. 90 cumpleaños acompañado de la flor y nata de la progresía, el mismo día en que fue descabalgada la estatua del tirano de los Nuevos Ministerios.

Hace unos días, el viejo zorro, camino de los 93 años, volvió a actuar cómo martillo antiherejes de la socialdemocracia. Pronunció una conferencia en la Universidad Carlos III, dentro del curso de verano La Transición política en España 1973-1982, en la que arremetió contra el Partido Comunista.

El ex dirigente comunista consideró que, en la actualidad, el PCE 'no tiene nada que ver' con lo que fue durante el final del franquismo y durante la Transición democrática, y añadió que esta formación 'está tratando de destruir a IU', señala la nota de la agencia Efe. Así colabora Santiago Carrillo con el llamazarismo, así sirve a sus nuevos amos.

En estos momentos, cuando el PCE parece estar iniciando su definitiva resurrección, cuestionando su papel en la Transición y criticando duramente el colaboracionismo de IU con el gobierno Zapatero, reaparece Carrillo, disparando al partido que dirigió durante tantos años.Utiliza su prestigio entre los progres y entre bastantes comunistas para frenar el risorgimiento del PCE, motivo de preocupación para Prisa, el PSOE y la dirección de IU.

Cómo ha cambiado el percal, querido Santiago. De escribir en El Socialista a hacerlo en El País. De ser delfín de Largo Caballero y de Dolores a asesorar al melifluo ZP. Del sectarismo estalinista al sectarismo progresista. De José Stalin a Jesús de Polanco. De la revolución marxista a la democracia pesoísta.

No te engañes, Santiago, no te voy a reprochar lo de Paracuellos, nunca hubo pruebas de tu implicación, por mucho que vociferen los Píos Moas de turno. Además, que importa una gota carmesí en un mar de sangre. Que importa aquel crimen horrendo, cuando los africanistas y sus secuaces sembraron nuestra patria de miles de Paracuellos. No te equivoques, ante la escoria fascista, soy capaz de defenderte.

¿Recuerdas a José Gros? Uno de tus hombres de confianza, como Grimau, como Claudín, como Romero Marín. Él si se acuerda de tí, de tus innumerables traiciones, de tu proceder anticomunista, de tus olvidos interesados. Escribe José Luis Losa en Caza de Rojos, que llevas toda la vida reinvéntandote a ti mismo. Estoy totalmente de acuerdo.

Enséñanos tu verdadero rostro, tras el humo del cigarrillo eterno, bajo la peluca famosa, el rostro de aquel muchacho asturiano que quiso hacer la revolución y se quedó en el camino.

martes, julio 03, 2007

Un pueblo en busca de héroes: Rafael de Riego

“El amor a la patria me decidió a ponerme a la cabeza de los dignos españoles que despreciando los cadalsos juraron libertad o muerte...”

Rafael de Riego

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”

Rodolfo Walsh

La revolución necesita a la mitología. La subversión del orden establecido requiere de héroes y de mártires. Los poderosos, que fabrican los mitos y falsean la historia, siempre han arrebatado al pueblo, a los trabajadores, la posibilidad de edificar su propia mitología.

Debemos rescatar el pasado para poder entender el presente, y preparar el futuro. La recuperación de nuestra memoria histórica no debe limitarse a períodos concretos ni a hechos colectivos. A lo largo de los tiempos, personas singulares han contribuido con su esfuerzo y su tesón a la causa de los pobres.

Algunos de estos personajes han sido olvidados hasta por la propia izquierda, que nunca los consideró suyos. El teniente coronel Rafael de Riego, liberal constitucionalista en tiempos de absolutismo, merece también nuestro recuerdo.

Además de rotular con su apellido el himno oficial de la Segunda República, Rafael de Riego protagonizó importantes escenas de la vida española en el siglo XIX. Cuando el reinado de Carlos IV tornaba a su fin, Riego entró a formar parte de la Guardia de Corps, encargada de proteger a la familia real. Fue capitán del ejército antinapoleónico, siendo deportado a Francia, donde estableció contacto con la masonería.

Regresó a España en 1814, con el grado de teniente coronel. Juró defender la Constitución de 1812, que poco después fue derogada por el tirano Fernando VII. El 1 de enero de 1820, encontrándose al mando de un batallón que se disponía a partir hacia América para reprimir el levantamiento independentista, Riego se sublevó en defensa de La Pepa. Con este gesto, además de desafiar al monarca absolutista y propiciar el denominado Trienio Liberal, contribuyó de forma destacada, a la gesta libertadora de América Latina.

Nombrado mariscal de campo por el nuevo gobierno liberal, fue designado Capitán General de Galicia, siendo destituido inmediatamente acusado de republicanismo. Nombrado Capitán General de Aragón, trasladó su residencia a Zaragoza. Tras el complot republicano de Cugnet de Montarlet fue nuevamente destituido. Según cuentan las crónicas, en esos momentos, el pueblo le aclamaba y le adoraba, paseando su retrato por las calles madrileñas.

En marzo de 1822 fue elegido diputado por su Asturias natal, convirtiéndose en presidente de las Cortes. Riego formó parte, junto con su compañero de armas Evaristo de San Miguel, del sector más izquierdista del liberalismo, los llamados veinteañistas o exaltados.

La invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis truncó el Trienio Liberal y devolvió el poder absoluto a Fernando VII. El general Riego, después de votar en Cádiz la incapacitación del rey, intentó detener el avance de las tropas de la Santa Alianza (antepasada de la OTAN), siendo traicionado y capturado.

Enviado a Madrid, intento salvar su vida, pidiendo clemencia al rey. Todo fue en vano, la venganza borbónica no se hizo esperar y llegó el 7 de noviembre de 1823. Ese día fue ahorcado en la plaza de la Cebada, en el barrio de la Latina, en Madrid. El pueblo que lo había aclamado, vil populacho en muchas ocasiones, celebraba su ejecución. Vivan las Caenas.

Pronto, con el fragor de los motines e insurrecciones, mientras las Constituciones se sucedían y los militares apuntalaban el trono, la figura de Riego se desvaneció, entre las brumas de la historia.

Cien años después de su asesinato, los constituyentes de la República decidieron establecer cómo himno oficial del nuevo Estado la marcha militar compuesta en homenaje al liberal asturiano. La confusión sobrevuela también sobre la autoría de la letra y de la música del himno. Se barajan varios nombres, entre ellos José Melchor Gomis y el anteriormente mentado Evaristo de San Miguel.

Paradójicamente, el himno de Riego sepultó al teniente coronel Rafael de Riego. Aquella canción, compuesta para honrar a Riego, simbolizó el espíritu republicano, la fuerza de la razón frente a la barbarie franquista. Sin embargo, el homenajeado quedó en el camino. La gente de izquierda, la clase obrera concienciada, la intelectualidad revolucionaria, no supo reconocer que aquel hombre fue un precursor, un liberal exaltado y republicano, enemigo de la reacción.

Rafael de Riego es nuestro Simón Bolívar. He visto distintas fotografías de chavistas portando el retrato del Libertador en manifestaciones de apoyo al proceso bolivariano. Aquí también se sujetó la efigie de Riego, se la llevó por las calles, el pueblo reconoció a su héroe. Sólo son pequeños detalles que unen a estos dos próceres, ambos liberales presocialistas.

Riego es una fibra más del hilo rojo de nuestra historia, junto a Pablo Iglesias, Buenaventura Durruti o Dolores Ibárruri. Es uno de los héroes del pueblo español, aunque casi nadie haya oído hablar de él. Debe de figurar, por derecho propio, en nuestro santoral laico.

Necesitamos héroes, mártires, elementos de una cosmovisión revolucionaria que ilumine la España que queremos, el mundo nuevo que está por venir.