Hace varias semanas, estaba zapeando tan tranquilamente, cuando me topé con Mario Soares. El expresidente portugués estaba siendo entrevistado por el periodista Joaquín Petit, en el programa 1001 Noches, de Canal 2 Andalucía. Inmediatamente, solté el mando a distancia y me dispuse a escuchar la entrevista.
Al cabo de pocos minutos, al responder a una pregunta del entrevistador sobre la Revolución de los Claveles, Soares dijo algo muy trascendente. Comentó que esta insurrección fue en sus inicios una revolución democrática y que con el paso del tiempo se convirtió en una revolución socialista-comunista. Añadió que gracias a él y a su partido, el Partido Socialista de Portugal, aquella revolución había fracasado y Portugal se había apartado de la senda del socialismo. Nunca un socialdemócrata fue tan claro.
Mario Soares torpedeó la vía portuguesa al socialismo desde el principio. El Partido Socialista, con la inestimable colaboración del embajador usamericano en Lusitania, Frank Carlucci, impulsó la destrucción de la primera revolución socialista en Europa Occidental desde la Comuna de París. La historia se repetía. La socialdemocracia portuguesa aplastaba una revolución socialista, al igual que el gobierno del SPD reprimió el levantamiento espartaquista de 1919, asesinando a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo.
Esto no es nada nuevo. Desde siempre el reformismo, aliado a la reacción, ha entorpecido el inevitable ascenso de los trabajadores hacia un mundo mejor. Lo más sorprendente del asunto es la naturalidad y la normalidad, incluso el orgullo, con el que Soares se refería a su traición al pueblo portugués. Es algo demoledor desde mi punto de vista.
Por estos lares, no estamos muy acostumbrados a la sinceridad en la política. Nuestros socialdemócratas han sido igual de traidores y de represores que los del resto del orbe, pero no han sido tan sinceros como Mario Soares.
Nadie puede olvidar la degradación en que desembocó el felipismo. Con los últimos datos que se manejan este período histórico es entendible, ya que ahora conocemos los primigenios contactos del clan de Sevilla con la CIA o con la socialdemocracia alemana. Es de cortesía cumplir los compromisos adquiridos, aunque ellos suponga estafar a millones de votantes, saquear a manos llenas el patrimonio público y asesinar a presuntos terroristas.
Los militantes más correosos del PCE también recuerdan los manejos eurocomunistas de Santiago Carrillo Solares ¿Y no es acaso el eurocomunismo una forma refinada de socialdemocracia?
En estos dos casos, nunca se ha producido una confesión cómo la de Mario Soares. Nunca han reconocido ni reconocerán, que ni el socialismo ni tampoco una tímida socialdemocracia clásica constituyen sus objetivos ni fundamentan sus actitudes políticas. Al fin y al cabo, Soares forma parte del ala izquierda de la socialdemocracia, mientras que energúmenos cómo Felipe González a duras penas podrían clasificarse cómo social-liberales.
Pasemos a otro asunto, siempre navegando por los procelosos mares de la socialdemocracia. El pasado 5 de Febrero, el profesor Ramón Cotarelo atacó sin piedad a Marcelino Camacho en su blog. Reproduzco a continuación las lindezas y comparaciones (odiosas) que escribió Cotarelo:
"Así que en la manifa estaban los comunistas de la UCE, bien agarrados del brazo de los franquistas del águila en la bandera. Y también había algunxs representantes de doctrinas habitualmente nefandas para la derecha, como la republicana o la socialista. Allí estaba la socialista, doña Rosa Díez, también del ganchete de los de la UCE. La función de estxs elementxs (comunistas, socialistas, republicanos que hacen el juego a las derechas), desgajadxs de su medio natural e incrustadxs en territorio hostil es, por lo general, claramente legitimatoria. Se ha hecho en todas las guerras porque uno de los modos de minar la moral del contrincante es que éste vea a lxs suyxs combatiendo en las filas enemigas. Muchas veces estas gentes acaban abjurando de su fe primera, pero no siempre tiene por qué ser así. ¿Nadie se acuerda de los artículos que publicaba el señor Marcelino Camacho en el ABC, cuando lo dirigía el señor Ansón, quien solía glosar las aportaciones del sindicalista en las páginas de huecograbado afirmando que era un honesto representante de la "auténtica" izquierda frente, claro es, a la "traidora" de la socialdemocracia reformista de entonces, la del repugnante "felipismo"?"
Desde mi modesto entender, que por supuesto no llega a las cotas de maestría intelectual de Cotarelo, comparar a Marcelino con Rosa Díez es una barbaridad. Aparte, la manera despectiva en que llama señor a Marcelino no es digna de un socialdemócrata de izquierdas (categoría política en la que se inscribe él mismo)
Uno, que no ha vivido casi nada pero tiene algo de memoria, conoce perfectamente el porqué de este ataque despiadado. Sólo hay que coger el espléndido volumen de memorias de Marcelino, "Confieso que he luchado", ojearlo y buscar las referencias a Ramón García Cotarelo. Dicho y hecho. Uno abre el libro por la página 260 y encuentra a nuestro personaje. Cuenta Camacho en este pasaje de sus memorias cómo es trasladado a la prisión de Soria, en plenos años 60, y cómo toma contacto con todos los grupos políticos presentes en la cárcel, entre ellos el PCE-ml. El secretario general de esta organización era entonces Paulino García Moya, antiguo militante del PCE. En esos días García Moya se encontraba en presidio en Soria, al igual que su hijo, García Cotarelo.
Poco a poco, vamos desbrozando el camino y se explica la animadversión de Cotarelo hacia Camacho. Por lo visto, el fundador de las CCOO propuso a los demás presos políticos iniciar una huelga de hambre cómo medida de presión, encaminada a obtener algunas reivindicaciones. La huelga duró diez días y el seguimiento fue casi unánime, participando en ella Paulino García Moya. Sin embargo, su hijo, Cotarelo, ni participó en la huelga de hambre ni firmó un escrito dirigido al ministro de Justicia. Marcelino se refiere a él en el libro, cómo un catedrático universitario en la órbita del PSOE (las memorias se publicaron en 1990).
Con estas dos anécdotas, he querido señalar el carácter malsano y contraproducente de la socialdemocracia. La derecha, que oprime y sangra al hombre, está mucho más cerca de lo que creemos, en la otra orilla del río. Aquellos que prostituyen el socialismo, gestionando el capitalismo, son enemigos de la clase obrera. En el futuro, el pueblo soberano sabrá hacer justicia.
Al cabo de pocos minutos, al responder a una pregunta del entrevistador sobre la Revolución de los Claveles, Soares dijo algo muy trascendente. Comentó que esta insurrección fue en sus inicios una revolución democrática y que con el paso del tiempo se convirtió en una revolución socialista-comunista. Añadió que gracias a él y a su partido, el Partido Socialista de Portugal, aquella revolución había fracasado y Portugal se había apartado de la senda del socialismo. Nunca un socialdemócrata fue tan claro.
Mario Soares torpedeó la vía portuguesa al socialismo desde el principio. El Partido Socialista, con la inestimable colaboración del embajador usamericano en Lusitania, Frank Carlucci, impulsó la destrucción de la primera revolución socialista en Europa Occidental desde la Comuna de París. La historia se repetía. La socialdemocracia portuguesa aplastaba una revolución socialista, al igual que el gobierno del SPD reprimió el levantamiento espartaquista de 1919, asesinando a Karl Liebknecht y a Rosa Luxemburgo.
Esto no es nada nuevo. Desde siempre el reformismo, aliado a la reacción, ha entorpecido el inevitable ascenso de los trabajadores hacia un mundo mejor. Lo más sorprendente del asunto es la naturalidad y la normalidad, incluso el orgullo, con el que Soares se refería a su traición al pueblo portugués. Es algo demoledor desde mi punto de vista.
Por estos lares, no estamos muy acostumbrados a la sinceridad en la política. Nuestros socialdemócratas han sido igual de traidores y de represores que los del resto del orbe, pero no han sido tan sinceros como Mario Soares.
Nadie puede olvidar la degradación en que desembocó el felipismo. Con los últimos datos que se manejan este período histórico es entendible, ya que ahora conocemos los primigenios contactos del clan de Sevilla con la CIA o con la socialdemocracia alemana. Es de cortesía cumplir los compromisos adquiridos, aunque ellos suponga estafar a millones de votantes, saquear a manos llenas el patrimonio público y asesinar a presuntos terroristas.
Los militantes más correosos del PCE también recuerdan los manejos eurocomunistas de Santiago Carrillo Solares ¿Y no es acaso el eurocomunismo una forma refinada de socialdemocracia?
En estos dos casos, nunca se ha producido una confesión cómo la de Mario Soares. Nunca han reconocido ni reconocerán, que ni el socialismo ni tampoco una tímida socialdemocracia clásica constituyen sus objetivos ni fundamentan sus actitudes políticas. Al fin y al cabo, Soares forma parte del ala izquierda de la socialdemocracia, mientras que energúmenos cómo Felipe González a duras penas podrían clasificarse cómo social-liberales.
Pasemos a otro asunto, siempre navegando por los procelosos mares de la socialdemocracia. El pasado 5 de Febrero, el profesor Ramón Cotarelo atacó sin piedad a Marcelino Camacho en su blog. Reproduzco a continuación las lindezas y comparaciones (odiosas) que escribió Cotarelo:
"Así que en la manifa estaban los comunistas de la UCE, bien agarrados del brazo de los franquistas del águila en la bandera. Y también había algunxs representantes de doctrinas habitualmente nefandas para la derecha, como la republicana o la socialista. Allí estaba la socialista, doña Rosa Díez, también del ganchete de los de la UCE. La función de estxs elementxs (comunistas, socialistas, republicanos que hacen el juego a las derechas), desgajadxs de su medio natural e incrustadxs en territorio hostil es, por lo general, claramente legitimatoria. Se ha hecho en todas las guerras porque uno de los modos de minar la moral del contrincante es que éste vea a lxs suyxs combatiendo en las filas enemigas. Muchas veces estas gentes acaban abjurando de su fe primera, pero no siempre tiene por qué ser así. ¿Nadie se acuerda de los artículos que publicaba el señor Marcelino Camacho en el ABC, cuando lo dirigía el señor Ansón, quien solía glosar las aportaciones del sindicalista en las páginas de huecograbado afirmando que era un honesto representante de la "auténtica" izquierda frente, claro es, a la "traidora" de la socialdemocracia reformista de entonces, la del repugnante "felipismo"?"
Desde mi modesto entender, que por supuesto no llega a las cotas de maestría intelectual de Cotarelo, comparar a Marcelino con Rosa Díez es una barbaridad. Aparte, la manera despectiva en que llama señor a Marcelino no es digna de un socialdemócrata de izquierdas (categoría política en la que se inscribe él mismo)
Uno, que no ha vivido casi nada pero tiene algo de memoria, conoce perfectamente el porqué de este ataque despiadado. Sólo hay que coger el espléndido volumen de memorias de Marcelino, "Confieso que he luchado", ojearlo y buscar las referencias a Ramón García Cotarelo. Dicho y hecho. Uno abre el libro por la página 260 y encuentra a nuestro personaje. Cuenta Camacho en este pasaje de sus memorias cómo es trasladado a la prisión de Soria, en plenos años 60, y cómo toma contacto con todos los grupos políticos presentes en la cárcel, entre ellos el PCE-ml. El secretario general de esta organización era entonces Paulino García Moya, antiguo militante del PCE. En esos días García Moya se encontraba en presidio en Soria, al igual que su hijo, García Cotarelo.
Poco a poco, vamos desbrozando el camino y se explica la animadversión de Cotarelo hacia Camacho. Por lo visto, el fundador de las CCOO propuso a los demás presos políticos iniciar una huelga de hambre cómo medida de presión, encaminada a obtener algunas reivindicaciones. La huelga duró diez días y el seguimiento fue casi unánime, participando en ella Paulino García Moya. Sin embargo, su hijo, Cotarelo, ni participó en la huelga de hambre ni firmó un escrito dirigido al ministro de Justicia. Marcelino se refiere a él en el libro, cómo un catedrático universitario en la órbita del PSOE (las memorias se publicaron en 1990).
Con estas dos anécdotas, he querido señalar el carácter malsano y contraproducente de la socialdemocracia. La derecha, que oprime y sangra al hombre, está mucho más cerca de lo que creemos, en la otra orilla del río. Aquellos que prostituyen el socialismo, gestionando el capitalismo, son enemigos de la clase obrera. En el futuro, el pueblo soberano sabrá hacer justicia.
2 comentarios:
No tiene Vd. toda la información. No basta con coger las memorias de don Marcelino Camacho y creérselas a pies juntillas, como hace Vd. Muy típico de los comunistas. El señor Camacho en esas memorias, en el asunto de la huelga de hambre miente. Cuando esa huelga de hambre se puso en marcha yo ya no estaba en la prisión de Soria, pues me habían trasladado a la de Segovia. Ese desmentido lo publiqué en su día en "Diario 16", en la crítica al libro del señor Camacho quien, por supuesto, no me contestó. Tengo, además, los correspondientes papeles de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias que así lo prueban.
En cambio, le contaré a Vd. otra anécdota, también fácil de comprobar: en enero de 1967 todos los presos políticos de Carabanchel (entre los que me encontraba yo), hicimos una huelga de hambre para protestar porque la dirección había castigado injustamente a un preso etarra. Todos... menos don Marcelino Camacho.
Eso también es comprobable.
Así que ya ve Vd. por dónde respira cada cual.
Salud.
Ramón Cotarelo.
Razón tenía Bukowski sobre la democracia:
Vivir de cubos de basura
El viento sopla fuerte esta noche
Y es viento frío
Y pienso en los chicos
De la calle.
Espero que algunos tengan
Una botella de tinto.
Cuando estás en la calle
Es cuando te das cuenta de que
Todo
Tiene dueño
Y de que hay cerrojos en
Todo.
Así es como funciona la democracia:
Coges lo que puedes,
Intentas conservarlo
Y añadir algo
Si es posible.
Así es también como funciona
La dictadura
Sólo que una esclaviza
Y la otra destruye a sus
Desheredados.
Nosotros simplemente nos olvidamos
De los nuestros.
En cualquier caso
Es un viento
Fuerte
Y frío.
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