Rubio, malencarado, siempre cerca de un arma de fuego, su rostro encarnó los sueños y las pesadillas de varias generaciones de espectadores, a lo largo del siglo XX. Murió el 24 de marzo de 2008, a la edad de 93 años. Se llamaba Richard Widmark.
Puede que Richard Widmark, el actor, haya pasado a mejor vida, pero sin duda Tommy Udo, el personaje, seguirá aterrorizando a tirios y a troyanos por los siglos de los siglos, blandiendo la sonrisa maléfica que le hizo inolvidable. Con este papel, de psicótico matón, debutó Widmark en la gran pantalla. Corría el año 1947.
La estrella de El Beso de la Muerte (Henry Hathaway, 1947) era Victor Mature, un soseras de cuerpo atlético y mirada lánguida, el bueno de la película. Pero, de pronto apareció Tommy Udo/Richard Widmark , y ya nada fue igual en Hollywood.
Empezaba así una gran carrera cinematográfica, a la sombra de las grandes estrellas. Widmark nunca llegó a las cotas de popularidad de un Humphrey Bogart o de un Clark Gable. No le mimaron los críticos como a Kirk Douglas o a Marlon Brando. Ni siquiera disfrutó de la estela de malditismo que arrastró consigo Robert Mitchum.
Secundario de lujo y protagonista ocasional, detective y gángster, pistolero despiadado y honrado sheriff, Widmark tocó todos los palos, probó todos los géneros, legándonos interpretaciones vibrantes. Recuerdo ahora el mano a mano con Sidney Poitier en Un Rayo de Luz (Joseph L. Mankiewicz,1950) o el duelo con ese otro monstruo, Jack Palance, en Pánico en las Calles (Elia Kazan,1951). Tampoco olvido su participación en el filme coral Vencedores o Vencidos (Stanley Kramer, 1961), al lado de Spencer Tracy o Marlene Dietrich. En Brigada Homicida (Don Siegel, 1968), se metió en la piel del madero Daniel Madigan, a las órdenes del comisionado, el magistral Henry Fonda.
Coinciden la crítica y la afición en señalar Noche en la Ciudad (Jules Dassin, 1950), como el mejor trabajo de Richard Widmark. Esta película es uno de los títulos imprescindibles del cine negro, un relato seco y desalmado de la perdición de un hombre sin escrúpulos, habitante de un mundo incluso peor. Noche en la Ciudad supuso, entre otras muchas cosas, el encuentro entre Jules Dassin y Richard Widmark, el realizador comunista represaliado y el eterno aspirante a primera figura del cinematógrafo. Casualmente, Jules Dassin, sólo sobrevivió una semana a su mejor actor, falleciendo en Atenas el 31 de marzo, tras 96 años de existencia física.
A partir de la década de los 70, Widmark comenzó a desperdiciar su talento en producciones de tercera regional. Justo cuando Robert Mitchum resucitaba a Philip Marlowe en Adiós Muñeca(Dick Richards, 1975), renaciendo de sus cenizas por enésima y última vez, Widmark chapoteaba en la serie B, como tantos otros intérpretes maduros.
Abandonó el cine de manera discreta, por la puerta de atrás, a principio de los años 90. El Color de la Ambición (Herbert Ross,1991) ponía punto final a la dilatada trayectoria profesional de este genio de la actuación. En esta ocasión, Widmark adornaba el filme con un papel de reparto, en una película protagonizada por dos de los actores punteros de aquel momento: James Spader y John Cusack.
Estoy convencido de que, cuando los medios difundieron la noticia de su muerte, muchos se sorprendieron de que todavía siguiera vivo. Es más, todo un señor periodista de alto copete, Ignacio Camacho, director durante algún tiempo del diario ABC (emblema de la derecha monárquica española), dio por muerto a Widmark con ocasión de la defunción de Glenn Ford, en septiembre de 2006*. Así es la prensa borbónica, experta en contrastar datos y en ofrecer veracidad e imparcialidad, incuso en asuntos aparentemente nimios como el que cito. El prestigioso Camacho, prototipo del señorito sevillano al igual que sus colegas Antonio Burgos y Carlos Herrera, sólo tenía que haber tecleado el nombre de Richard Widmark en cualquier buscador de Internet, para comprobar que el astro usamericano continuaba vivito y coleando. Que país...
Richard Widmark se muda al otro barrio, sin hacer demasiado ruido. Tommy Udo continúa entre nosotros, dispuesto a cruzarse contigo (y conmigo) en cualquier esquina.
Puede que Richard Widmark, el actor, haya pasado a mejor vida, pero sin duda Tommy Udo, el personaje, seguirá aterrorizando a tirios y a troyanos por los siglos de los siglos, blandiendo la sonrisa maléfica que le hizo inolvidable. Con este papel, de psicótico matón, debutó Widmark en la gran pantalla. Corría el año 1947.
La estrella de El Beso de la Muerte (Henry Hathaway, 1947) era Victor Mature, un soseras de cuerpo atlético y mirada lánguida, el bueno de la película. Pero, de pronto apareció Tommy Udo/Richard Widmark , y ya nada fue igual en Hollywood.
Empezaba así una gran carrera cinematográfica, a la sombra de las grandes estrellas. Widmark nunca llegó a las cotas de popularidad de un Humphrey Bogart o de un Clark Gable. No le mimaron los críticos como a Kirk Douglas o a Marlon Brando. Ni siquiera disfrutó de la estela de malditismo que arrastró consigo Robert Mitchum.
Secundario de lujo y protagonista ocasional, detective y gángster, pistolero despiadado y honrado sheriff, Widmark tocó todos los palos, probó todos los géneros, legándonos interpretaciones vibrantes. Recuerdo ahora el mano a mano con Sidney Poitier en Un Rayo de Luz (Joseph L. Mankiewicz,1950) o el duelo con ese otro monstruo, Jack Palance, en Pánico en las Calles (Elia Kazan,1951). Tampoco olvido su participación en el filme coral Vencedores o Vencidos (Stanley Kramer, 1961), al lado de Spencer Tracy o Marlene Dietrich. En Brigada Homicida (Don Siegel, 1968), se metió en la piel del madero Daniel Madigan, a las órdenes del comisionado, el magistral Henry Fonda.
Coinciden la crítica y la afición en señalar Noche en la Ciudad (Jules Dassin, 1950), como el mejor trabajo de Richard Widmark. Esta película es uno de los títulos imprescindibles del cine negro, un relato seco y desalmado de la perdición de un hombre sin escrúpulos, habitante de un mundo incluso peor. Noche en la Ciudad supuso, entre otras muchas cosas, el encuentro entre Jules Dassin y Richard Widmark, el realizador comunista represaliado y el eterno aspirante a primera figura del cinematógrafo. Casualmente, Jules Dassin, sólo sobrevivió una semana a su mejor actor, falleciendo en Atenas el 31 de marzo, tras 96 años de existencia física.
A partir de la década de los 70, Widmark comenzó a desperdiciar su talento en producciones de tercera regional. Justo cuando Robert Mitchum resucitaba a Philip Marlowe en Adiós Muñeca(Dick Richards, 1975), renaciendo de sus cenizas por enésima y última vez, Widmark chapoteaba en la serie B, como tantos otros intérpretes maduros.
Abandonó el cine de manera discreta, por la puerta de atrás, a principio de los años 90. El Color de la Ambición (Herbert Ross,1991) ponía punto final a la dilatada trayectoria profesional de este genio de la actuación. En esta ocasión, Widmark adornaba el filme con un papel de reparto, en una película protagonizada por dos de los actores punteros de aquel momento: James Spader y John Cusack.
Estoy convencido de que, cuando los medios difundieron la noticia de su muerte, muchos se sorprendieron de que todavía siguiera vivo. Es más, todo un señor periodista de alto copete, Ignacio Camacho, director durante algún tiempo del diario ABC (emblema de la derecha monárquica española), dio por muerto a Widmark con ocasión de la defunción de Glenn Ford, en septiembre de 2006*. Así es la prensa borbónica, experta en contrastar datos y en ofrecer veracidad e imparcialidad, incuso en asuntos aparentemente nimios como el que cito. El prestigioso Camacho, prototipo del señorito sevillano al igual que sus colegas Antonio Burgos y Carlos Herrera, sólo tenía que haber tecleado el nombre de Richard Widmark en cualquier buscador de Internet, para comprobar que el astro usamericano continuaba vivito y coleando. Que país...
Richard Widmark se muda al otro barrio, sin hacer demasiado ruido. Tommy Udo continúa entre nosotros, dispuesto a cruzarse contigo (y conmigo) en cualquier esquina.
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