La causa revolucionaria requiere del uso discrecional de la violencia. El ejercicio de la violencia en dosis controladas puede contribuir notablemente al triunfo de la revolución.
La violencia desbocada, descontrolada e irracional pierde su carácter revolucionario para adquirir connotaciones de venganza personal, ribetes de criminalidad. La violencia debe de ser medio para conseguir determinados objetivos, nunca meta en sí misma.
El Honor de las Injurias, documental dirigido por el pintor Carlos García-Alix, relata la truculenta trayectoria política de Felipe Sandoval, el Doctor Muñiz. Sandoval fue el pistolero y atracador anarquista que puso en jaque a las fuerzas de orden público de la República.
Rodado en un blanco y negro impecable, El Honor de las Injurias tiene factura de cine negro, rememorando los avatares de Sandoval como si se tratara de un thriller de ficción. García-Alix echa mano de ingentes recursos fotográficos para plasmar en la película la España de entonces. El metal de voz del narrador es uno de los aciertos del film, ya que te transporta a la atmósfera opresiva que creó y destruyó a Felipe Sandoval.
Adepto a la acción directa, ingresó en el anarquismo desde la delincuencia. Ratero profesional, conoció en la Modelo de Barcelona la doctrina ácrata, de la que se hizo incondicional. La CNT respondió al reinado de terror de Martínez Anido con la furia de sus armas. Sandoval ligó su supervivencia al brillo de las pistolas anarcosindicalistas.
La República burguesa del 14 de abril no supo o no quiso responder a las expectativas revolucionarias del movimiento anarquista, lo que precipitó el decantamiento insurrecional de la CNT. Las huelgas y los levantamientos obreros se sucedieron sin cesar, el Estado respondió haciendo uso del monopolio de la violencia, la CNT recurrió a los atracos, los robos y las expropiaciones. Sandoval fue el pistolero más reputado, el que ocupó más primeras planas en los periódicos, el Doctor Muñiz, cuyo nombre hacía temblar a propietarios y especuladores.
La sublevación franquista provocó lo que, en teoría, quería evitar: la revolución social. El Estado republicano se desmerengó a la par que se alzaba la facción africanista del Ejército. Colapsada la República, los partidos del Frente Popular se repartieron las tareas represivas, creando policías paralelas, en un marco de desconfianza, alimentado por la vesania fascista.
En el caos que siguió al 18 de julio, individuos de dudoso crédito acumularon responsabilidades esenciales en la depuración de la quinta columna, exhibiendo su pureza republicana con la comisión de crímenes horrendos. La asonada franquista privó a la República de su poder coercitivo, favoreciendo el encumbramiento de indeseables, que manejaron la retaguardia a su antojo, mientras el pueblo resistía en los frentes de batalla.
En ese contexto, Felipe Sandoval se hizo cargo de la checa del Cinema Europa, comandando una patrulla encargada de limpiar Madrid de fascistas emboscados. Los bombardeos de la aviación rebelde, que afectaron en masa a la población civil, enardecieron los ánimos de los defensores de la legalidad, que toleraron y ampararon auténticas atrocidades, bajo el espeso manto del silencio.
La matanza de la cárcel Modelo, instigada por Sandoval, como respuesta a la carnicería desatada por Yagüe en Badajoz, supuso un punto de inflexión en la represión republicana. El Gobierno recuperaba el dominio de la cosa pública, frenando los desmanes y desarticulando las checas. Las autoridades reordenaban la situación, reestableciendo el imperio de la ley, con el apoyo decidido del Partido Comunista. La estrella de Sandoval comenzaba a fundirse.
En la llamada España Nacional, la represión fue concienzudamente planificada por Franco y su cohorte de traidores. Las instrucciones secretas del general Mola relativas a la preparación del putsch ya establecían la aniquilación física de los opositores al Movimiento. El franquismo supuso la institucionalización del asesinato, la legalización del delito, el desvanecimiento del Derecho.
En la España leal, la represión fue la respuesta desesperada al golpe de Estado, el rebufo violento de los acostumbrados a perder desde el seno materno. Una represión infinitamente menor a la del bando contrario, injustificable pero comprensible. Una represión que mermó energías, que resto empuje al empeño republicano de vencer la guerra.
Felipe Sandoval fue uno de los verdugos al servicio de la revolución, un hombre que sufrió en presidio, al que apalearon y deformaron el rostro, un pobre diablo que se agarró a la Idea para vengarse de las injurias.
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