domingo, octubre 28, 2007

Juan Antonio Bardem, un proletario del cinema

Reflexión escrita al hilo de la película El Puente (1976).

Desterrar un tópico de nuestro subconsciente es infinitamente más complicado que asentarlo. Vivimos rodeados de tópicos en nuestra vida diaria, desde que nos desperezamos bajo el agua de la ducha a primera hora hasta que logramos conciliar el sueño, evitando el incordioso insomnio, bien entrada la noche. Es más cómodo agarrase al tópico para justificar una posición personal que intentar descubrir lo que se esconde tras de ellos.

¿Quién no ha oído hablar de las españoladas? ¿Quién no ha despreciado, en alguna ocasión, el trabajo de ciertos profesionales del cine, por el mero hecho de que estos poseían la nacionalidad española y de que rodaron películas durante la dictadura? ¿Porque metemos en el mismo saco a dignos artesanos y a bastardos mercaderes? Estas preguntas, que cualquiera de ustedes podrá sustituir por otras igual de válidas, reflejan una idea muy extendida entre nosotros, españolitos del nuevo siglo.

Hubo de todo, cómo en botica. Cine propagandista del fascismo victorioso (no por ello exento de calidad estética), filmes de epopeyas nacionales con hedor a naftalina, comedias simplonas con las que no podías parar de reír. Hasta puede que hayan oído hablar de las tres bes del cine español: Bardem, Berlanga y Buñuel, por estricto orden alfabético.

Sin lugar a dudas, este trío magnífico rompe con el topicazo, demostrando que en aquella España, roída y carcomida por una oligarquía asesina, también se hicieron buenas películas. Por supuesto, no podemos caer en la imbecilidad de negar la indudable pericia de otros directores, cómo el falangista hedillista José Antonio Nieves Conde o el dandy franquista Edgar Neville. Pero, parece que estos tres realizadores, y en esto coinciden la inmensa mayoría de cinéfilos, suponen lo mejor que le ha pasado a nuestro cine desde que los hermanos Lumière patentaron el inventito.

Hoy voy a hablarles de Juan Antonio Bardem, voy a centrarme en el más comprometido de los tres. La trayectoria profesional de Bardem, militante comunista desde la posguerra, no fue un camino de rosas, ni mucho menos. Problemas con la censura, falta de financiación, necesidad de dirigir películas de las conocidas cómo alimenticias. Esta montaña de obstáculos no impidieron que pudiera realizar obras maestras cómo Muerte de un ciclista (1955), Calle Mayor (1956), Nunca pasa nada (1963); y filmes correctos cómo La Venganza (1957), Las Sonatas (1959) o Siete días de enero (1979). No puedo dejar de decir, que aunque no figure en los datos recogidos en las antologías del cine, Bardem fue codirector junto a Luis García Berlanga, de Bienvenido Míster Marshall (1953).

Desde el principio de su carrera, los mandamases culturales del régimen le zancadillearon en bastantes ocasiones. Cuando descansaba la tijera del censor era la policía la que lo enchiqueraba por su condición de pecero. Bardem, trabajador infatigable, participó además en la creación de UNINCI (Unión Cinematográfica, SA), la productora que financió las mejores películas españolas de los años 50 y primeros 60.

UNINCI acabó siendo el brazo cultural del PCE, un polo de atracción de sectores intelectuales, algunos de lo cuales ingresarían posteriormente en el partido. Dirigida por Ricardo Muñoz Suay (crítico, guionista, dirigente del PCE en la clandestinidad), Domingo Dominguín (torero, apoderado, propietario de Vistalegre, hermano del maestro Luis Miguel, comunista apasionado y bon vivant) y por el propio Bardem, en su Consejo de Administración figuraba la flor y nata del cine patrio: Berlanga, Rabal, Fernán Gómez, Fernando Rey, Saura, ...

En 1976, tras la muerte del dictador y su correspondiente estancia en prisión, Bardem dirigió El Puente, una novedosa road movie con fuerte contenido social, que pasó sin pena ni gloria por las taquillas. Basada en unos relatos cortos del escritor Daniel Sueiro, protagonizada por Alfredo Landa, relata la toma de conciencia política de un obrero desclasado durante un puente vacacional.

Sin necesidad de aburrir al personal con largos silencios y discursos enrevesados, con sentido del humor, Bardem desmonta el landismo con la inestimable ayuda del propio actor que dio nombre a aquel fenómeno cinematográfico. El navarro está insuperable, se come la película, demostrando su versatilidad cómo intérprete. El Puente supuso el despegue de Alfredo Landa cómo actor dramático. Landa siempre ha agradecido a Bardem la confianza que depositó en él para participar en esta película, paso previo para alcanzar la gloria con El Crack (José Luis Garci, 1981), Los Santos Inocentes (Mario Camus, 1984) o El Bosque Animado (José Luis Cuerda, 1987).

Recomiendo de viva voz, cómo se decía antes, el visionado de este filme. Recorre de manera magistral los principales problemas de la clase trabajadora en aquellos años lampedusianos, anticipando en una memorable canción la futura Transición-Transacción. Cómo he señalado antes, no es una película con ínfulas intelectuales, de esas que invitan al ronquido en el sofá. Aprovechen y se la descargan de las redes p2p, que para eso las tenemos.

Retomando la peripecia humana de Juan Antonio Bardem, sólo señalar aquí que publicó sus memorias en el verano de 2002, ya octogenario, justo antes de su fallecimiento en el mes de octubre de aquel mismo año.

Treinta días escasos antes de su muerte, fue homenajeado en la Fiesta del PCE, arropado por su familia y por amigos cómo Eduardo Haro Tecglen, Francisco Umbral, Agustín González o Marcelino Camacho. El artículo posterior de Umbral, sobre el homenaje a un Bardem gravemente enfermo, postrado en una silla de ruedas, provocó la ruptura de la amistad del primero con Haro Tecglen y con Fernando Fernán Gómez.

Censurado en el franquismo, vetado en la democracia (cómo bien ha recordado en un comentario al borrador de este post el compañero Toni Esteban), molesto para los eurocomunistas, demasiado rojeras para la factoría Prisa, Juan Antonio Bardem fue ante todo un trabajador del cine, un intelectual marxista al servicio de su pueblo.

miércoles, octubre 24, 2007

Recordando a Ben Barka


El pequeño Nicolás, Sarko para amigos y enemigos, no podía disimular su felicidad al compartir Mercedes descapotable con Mohamed VI. El presidente de la República Francesa, de visita oficial en Marruecos estos últimos días, acompañaba al monarca alauita por las calles de Marraquech, saludando al nada soberano pueblo marroquí.

Las calles repletas de gente, al igual que las cárceles de Su Majestad. Los marroquíes despeñando sus vidas en el Estrecho mientras la familia real y la corte holgazanean a cargo del erario público. Nicolás Sarkozy, principal representante del neoconservadurismo en Europa, sonreía junto al autócrata, compartiendo ese dudoso honor con personalidades de la talla de ZP, Felipe González o Juan Carlos I.

El populacho aclamando a su rey, los servicios de seguridad controlando y cacheando al personal, Sarkozy contento en su papel de protector y benefactor, todo parecía tranquilo y sereno, dentro de los márgenes de la normalidad, triste normalidad del Marruecos actual.

De repente, la sonrisa de Sarko se truncó. La decisión de un juez francés arruinó la plácida jornada de los dos mandatarios. De la nada, la figura de Mehdi Ben Barka entró en escena, transcurridos casi cuarenta y dos años desde su desaparición. Precisamente, el día del inicio de la visita del presidente galo a territorio marroquí, reapareció un fantasma del pasado, reclamando justicia.

El secuestro y posterior asesinato de Mehdi Ben Barka fue un nauseabundo crimen de Estado, la venganza cruel de un sistema totalitario contra el más brillante de sus enemigos.

Nacido en Rabat en 1920, primer licenciado en matemáticas de Marruecos, líder independentista en los años de la Segunda Guerra Mundial, fundador del Istiqlal (Partido de la Independencia). Siempre representó al sector más izquierdista y avanzado dentro del nacionalismo marroquí, siendo desterrado al Atlas en 1951. Una vez obtenida la independencia en 1955, el rey Mohamed V le nombró presidente del primer parlamento, un órgano meramente consultivo, totalmente dominado por el monarca.

En estos primeros compases del Marruecos Libre, Ben Barka se dedicó además a viajar, entrevistándose con líderes tercermundistas cómo Nasser, Burguiba, Mao Zedong o Ho Chí Minh. Tras tomar contacto con estos líderes, intentó aplicar experiencias de tipo socialista en el nuevo Estado postcolonial (el trabajo voluntario, por ejemplo).

En 1959, Ben Barka y otros destacados militantes del Istiqlal, junto a los sindicatos y las juventudes del mismo, decidieron abandonar el partido y crear la Unión Nacional de Fuerzas Populares (UNFP). El programa político de la nueva formación exigía una serie de medidas: la celebración de elecciones libres, la promulgación de una constitución, la implementación de la reforma agraria, la alfabetización del pueblo y el fin de la exclusión de las mujeres de la vida pública marroquí. Pronto, la maquinaria represiva extendió sus tentáculos sobre los dirigentes de la UNFP, encarcelando a algunos de ellos y obligando a exiliarse a Ben Barka.

Tras la muerte de Mohamed V y la subida al trono de su hijo Hassan II en 1962, el líder socialista pudo regresar a su país, presentándose a las elecciones legislativas del año siguiente. Antes de que los nuevos diputados pudieran tomar posición de sus escaños, miles de militantes de la UNFP fueron detenidos y torturados, acusados de tramar un complot para asesinar a Hassan. Ben Barka tuvo que escoger de nuevo el camino del exilio, refugiándose en la Argelia revolucionaria, siendo acogido por el presidente Ahmed Ben Bella.

Condenado a muerte en su patria, tratado de traidor por las autoridades marroquíes, Mehdi Ben Barka se dedicó de lleno al movimiento tercermundista, cómo presidente de la Comisión Organizadora de la Conferencia Tricontinental de La Habana de 1966.

El 29 de octubre de 1965, fue raptado por dos inspectores de la brigada de estupefacientes de la policía francesa a las puertas de la cervecería Lips en París, a plena luz del día. Posteriormente fue trasladado a un chalet de las afueras de la capital, siendo torturado hasta la muerte por el general Mohamed Ufqir, ministro del Interior de Marruecos. En esta operación colaboraron tanto los servicios secretos marroquíes, cómo el servicio de contraespionaje francés y la CIA.

Según el testimonio del agente marroquí Ahmed Bujari, que concedió una entrevista a Le Monde en junio de 2001 y posteriormente publicó un libro sobre el asunto, el cuerpo de Ben Barka fue disuelto en una cuba de ácido la noche del 31 de octubre en un centro de detención de Rabat. Un hombre de la CIA, el denominado coronel Martin, supervisó la operación, que fue filmada en video para deleite del criminal Hassan II.

De esta manera, el régimen monárquico eliminaba a su principal adversario, con el apoyo entusiasta del general Charles de Gaulle (presidente de Francia en aquella época) y la connivencia del Imperio usamericano. Ben Barka, socialista, antiimperialista, prestigioso matemático, aliado de Ben Bella y de Fidel Castro, coordinador de los No Alineados, en fin, era un personaje incómodo para los poderosos de todo el planeta.

Ahora, informa Efe "El juez francés (Patrick Ramael) que instruye el sumario del secuestro y desaparición del opositor marroquí Mehdi Ben Barka en 1965 en París ha firmado ordenes internacionales de arresto contra el jefe de la Gendarmería de Marruecos y otros cuatro marroquíes, según informó hoy una televisión francesa". Esta bomba informativa ha explotado ante la mirada sorprendida de Nicolás Sarkozy. No se lo esperaban, ni él ni Mohamed VI. Los principales protagonistas de este drama: Ben Barka, Ufkir, Hassan II, el delincuente francés Georges Figon*; están muertos.

Figon falleció misteriosamente a principios de 1966. UIfkir, el temible general, perdió la vida en 1973, acribillado a balazos en la antecámara del despacho del rey, tras conocerse su participación en un nuevo complot contra Hasan II. Éste último nos dejó en el verano de 1999, dos semanas después de cumplir los setenta años. Cinco de los implicados en aquella monstruosidad siguen con vida, los mismos contra los que Patrick Ramael ha dictado ordenes internacionales de detención.

La justicia de la burguesía es lenta pero oportuna, por lo menos en lo que a Ben Barka se refiere. Esta decisión quizás no sirva para mucho (procesalmente hablando), probablemente ninguno de estos cinco individuos será detenido jamás, pero, por lo menos, el asunto Ben Barka ha vuelto a saltar al tapete de la actualidad internacional.

El tiempo pasa, los hombres también, sin embargo, el sistema permanece:

-El Majzen, ese conglomerado de intereses creados de las clases altas de Marruecos, sigue monopolizando la vida política del país.

-El rey, príncipe de los creyentes, descendiente directo del profeta Mahoma, es el dueño y señor de las vidas de todos sus súbditos.

-La estabilidad de la monarquía, depende en buena medida del sostén de los imperialismos francés y yanqui.

-La antigua potencia colonial, Francia, es de gobernada de nuevo por un gaullista (aunque rebozado en ketchup bushista).

-El pueblo marroquí sigue en la miseria, inmigrando masivamente a la Unión Europea, echado en brazos del islamismo, fomentado precisamente por Hassan II para combatir el nacionalismo árabe y el socialismo.

-El Sáhara Occidental continúa ocupado, antaño por los españoles, en la actualidad por los marroquíes. Sarkozy apoya firmemente el anexionismo de Rabat y ZP, con otros modales, también.

Recuerden ustedes, compañeros lectores, el nombre de Mehdi Ben Barka. Recuerden el nombre de sus asesinos, no olviden los porqués de su asesinato, es nuestro deber cómo ciudadanos honrados y decentes. Sí, decentes, porque la decencia no es patrimonio de los puritanos, y honrados, porque la honradez es totalmente ajena a las clases dominantes. La decencia es prima hermana de la dignidad, de esa dignidad por la que murieron personas honradas cómo Ben Barka.

*Georges Figon, peculiar personaje de los bajos fondos parisinos, fue una pieza clave en el rompecabezas del affaire Ben Barka. Él se encargó de enrolar a la escritora Marguerite Duras y al director de cine Georges Franju en un falso documental, que constituyó la excusa perfecta para atraer a Ben Barka a Francia. Tras el rapto, Figon desapareció de la circulación, haciendo declaraciones para los medios de forma clandestina. El 17 de enero de 1966 la policía descubrió su cádaver en un apartamento de Paris. Su muerte fue calificada cómo un suicidio. La película El asunto Ben Barka (Sérge Le Peron, 2006) cuenta la historia desde el punto de vista de Figon.

lunes, octubre 15, 2007

Disparen sobre Chávez (a propósito de José Carlos Rosales)

Fue de casualidad, lo juro por Snoopy. Navegaba ayer tarde por Internet cuando recalé en la página web del diario Granada Hoy, uno de los tres que se publican en mi ciudad natal. Las corrientes cibernéticas me llevaron hasta la sección de Opinión, donde fijé mi atención en el artículo del poeta José Carlos Rosales. Orgullo y prejuicio, así tituló el columnista la parrafada del domingo.

No me sorprendí, quizás porque conozco la trayectoria e ideario del mentado articulista. Me indignó, cómo me indignan los exabruptos, las mentiras, las falsedades palmarias de la fauna periodística española. Rosales aprovecha el espacio en blanco que cada semana le otorga el grupo Joly (editor de Granada Hoy), para arremeter contra el presidente venezolano Hugo Chávez, comparándolo de paso con el líder derechista Mariano Rajoy.

José Carlos Rosales se erige en defensor del cantante Alejandro Sanz, después de que las autoridades educativas venezolanas hayan decidido no cederle el Poliedro de Caracas, para celebrar un concierto. El poeta granadino acusa directamente al Jefe del Estado venezolano de prohibir el concierto de Sanz, afirmando además que en el país caribeño sólo se puede escuchar la música que es del gusto de Chávez. Del botarate de Chávez, cómo lo llama nuestro insigne juntaletras.

Alejandro Sanz no necesita que nadie lo defienda. Ya tiene una legión de abogados a su servicio, encabezados por José María Michavila, ex ministro de Justicia y diputado nacional del Partido Popular. Hace tiempo que este señor, andaluz impostado de los Madriles, se convirtió en multimillonario, mudándose a Miami, a una mansión con embarcadero, lugar propicio para charlar con Zoé Valdés de lo divino y de lo humano. Allí, en el paraíso del anticastrismo militante, Alejandro es feliz, lucha contra el castrocomunismo, sueña con un mundo progre (o directamente neocon).

A propósito de Alejandro Sánchez Pizarro (así fue bautizado el angelito), siempre me ha llamado la atención la manía de tanto patriota de hojalata de cambiar de residencia cuando su cuenta corriente supera los tropecientos ceros. Les duele la boca de proclamar su españolidad, y en cuanto tienen la más mínima oportunidad, abandonan la patria, huyendo del fisco. Mientras, el pueblo trabajador paga religiosamente sus impuestos, compra los discos de estos tipos, y sobrevive.

Creo que me he alejado demasiado del objetivo inicial de este texto, que es denunciar la actitud de Rosales para con Hugo Chávez Frías. Cuando lean ustedes Orgullo y Prejuicio (el artículo de José Carlos, no la novela de Jane Austen), comprobaran que en ningún momento se insulta a Mariano Rajoy, a diferencia de los dos epítetos cariñosos dirigidos al comandante bolivariano: ex golpista y botarate. Parece que a los medios españoles les han concedido una bula papal para menoscabar el honor y la dignidad de Chávez. Reírse de este estadista, de su aspecto físico, de sus palabras, es un requisito casi obligado para currar en Falsimedia.

Pongan el coco en funcionamiento, imaginen ustedes que un opinador profesional llamara ex franquista y gangoso al señor Rajoy, en las páginas de un diario cualquiera. Lloverían las querellas por injurias y calumnias, tronaría la calle Génova, ZP sería acusado de complicidad con el delincuente. Sin embargo, nos parece normal y hasta aceptable que desde una tribuna pública, José Carlos Rosales, Luis María Ansón, Gabriel Albiac o Jimenéz Losantos digan que Chávez es un botarate, un homosexual oculto, un simio o un gorila rojo. Que desvergüenza caballeros, que asco de prensa, que inmundicia de periodistas, que basura de tertulianos.

Lo más sensacional del caso particular que nos ocupa, es la absoluta falta de coherencia del vate Rosales. Hace unos años, fue el principal promotor de un manifiesto por la libertad de Rául Rivero, consiguiendo después que el Pleno del Ayuntamiento de Granada aprobara una moción por unanimidad, destinada a conceder el asilo al escritor cubano. Cuando Raúl Rivero, condenado en Cuba por delitos de espionaje, visitó Granada tras su liberación, Rosales se enfrentó personalmente a los jóvenes comunistas que intentaron reventar el acto que el Ayuntamiento había organizado para recibir a Rivero. Visiblemente exaltado, los amenazó con la cárcel, ante la atenta mirada de su colega Luis García Montero.

Buscando información para escribir este post descubro, para mi sorpresa, que José Carlos Rosales participó, dentro del stand de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, en la última edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana. Vaya, vaya, lo que hay que ver. El destacado intelectual anticastrista, el enemigo del chavismo, dentro del catálogo de escritores de un evento fundamental en la política cultural de la Revolución. José Carlos, no te aclaras chico.Sólo te pido un poquito de coherencia, por lo menos Ansón, Albiac, FJL gozan de esta virtud, dentro del pecado original que representa su pensamiento ultra.

Este hecho no hace más que demostrar la absoluta falta de fanatismo y de sectarismo de las autoridades culturales de Cuba, es una prueba más del buen hacer de Abel Prieto al frente del Ministerio de Cultura. Al enemigo que se acerca, puente de plata.

Espero que José Carlos no se enfade con esta reflexión que, cariñosamente, le he dedicado. Cuando publicaba en Ideal, no me perdía ni uno sólo de sus artículos, incluso le admiraba. El discreto encanto de la progresía, en fin... Para los que necesiten conocer más sobre la vida y milagros de este granaíno, les diré que, además de poeta, es catedrático de Lengua y Literatura Españolas en el Instituto de Bachillerato Ángel Ganivet. Es sobrino carnal del genial Luis Rosales e hijo de José Rosales Pepiniqui, aquel camisa vieja de Falange que intentó salvar la vida a Federico García Lorca. Su compañera sentimental es la también poeta Milena Rodríguez Gutiérrez, exiliada cubana, colaboradora de Cuba Encuentro y Granada Hoy.

El tiempo va transcurriendo, las máscaras van cayendo, ya no somos niños y no nos pueden engañar. Otra cosa es que nos dejemos engañar, que sigamos creyendo en las bondades de la democracia burguesa (ese cuento del lechero), que nos entusiasme la economía de mercado, que nos persignemos ante los demonios de la revolución. Otros creen, o nos hacen creer que lo creen, en la posibilidad de corregir los males del capitalismo sin demasiados sobresaltos. Pura fantasía, cuando no mentira pura y dura.

No existen las medias tintas, al menos en este campo. Socialismo o Barbarie.

* Para aquellos que quieran profundizar en este asunto, conocer más aspectos de los diversos protagonistas de este escrito, y comprobar la veracidad de algunas de mis afirmaciones, les recomiendo que revisen los enlaces que copio y pego a continuación. Gracias. Disculpen las molestias.

http://www.arlac.be/2005/palenque41.htm (Buscar la carta abierta a Luis García Montero)

martes, octubre 09, 2007

De lo prohibido y otras coplas


Lo descubrí hace unos dos años, me encantó desde el principio esa peculiar manera de cantar. La voz de Bambino duele, duele cómo una puñalada en lo más hondo del corazón. Te pone el vello de punta, emociona hasta al menos flamenco de los mortales.

Desgarrado por vocación, racial, directo y sincero, el utrerano Miguel Vargas Jiménez Bambino, fue un precursor del flamenco fusión, un abanderado de la rumba canalla, anterior a Los Chichos o a Los Chunguitos. Nunca fue artista de grandes multitudes, siempre prefirió los tablaos y las tabernas, lugares propicios donde desplegar el duende que llevaba dentro.

Bambino cantó al amor prohibido, a las pasiones oscuras, a las noches de juerga, copas y sexo. Interpretó boleros, baladas y hasta canciones protesta, desde esa óptica flamenca que tan bien supo hacer suya. Homosexual en tiempos de dura represión, en una España de seíllas, grises y suecas.

Su garganta prodigiosa, ese torrente de palabras musicalizadas, se apagó en sus últimos años, dejándole casi mudo. Cuando casi todos ya lo habían olvidado, con la cruel indiferencia del público que un día le fue fiel, vino a morir en su pueblo natal el 5 de mayo de 1999.

Bambino ejerció de maldito hasta sus últimas consecuencias, la enfermedad del malditismo siempre ataca a los genios. Fue gay en una profesión donde abundan los machitos, en un mundillo donde el marica sólo puede bailar, dar palmas o ser la comparsa de la folklórica de turno. Eso sí, con las notables excepciones de Miguel de Molina y de Angelillo.

La historia de Miguel de Molina es de sobras conocida, aireada incluso en el cine. Primera figura de la copla, hombre de izquierdas, cantó para las tropas republicanas durante la guerra civil, siendo expulsado de España por energúmenos de camisa azul, que lo apalearon, haciéndole beber el amargo aceite de ricino. Exiliado luego a la Argentina, sólo volvió a nuestro país en contadas ocasiones.

De su eterna ausencia se aprovechó la Piquer, favorita del dictador. Así, un artista magnífico se perdió para siempre en los abismos de la historia, una víctima más del fascismo, una más entre millones de españoles que aprendieron a vivir de rodillas. Muchos todavía no han podido (ni querido) levantarse.

Angelillo, de paisano Ángel Sampedro Montero, payo de Vallecas, oficial del ejército republicano, exiliado también en Argentina hasta su muerte. Otro gran cantaor, otra prueba irrebatible de que la copla, el flamenco y la canción española jamás fueron un coto privado de la derecha. Estos géneros musicales, tan denostados por cierta intelectualidad progresista y por algunos hiperrevolucionarios, nacen de lo más profundo de nuestro pueblo, cómo nos recordó el maestro Carlos Cano.

Este pequeño apunte, que comenzó hablando de Bambino, no ha podido dejar de lado ni a Miguel ni a Angelillo, hijos todos de la misma España, puta y rastrera con los disidentes. Escuchen ustedes, camaradas de la vida y del amor, a estos tres grandes, disfruten de sus voces, maldigan a los poderosos que nos los ocultaron. Exploren el Emule, rebusquen en Ares, saquen polvo a sus antiguos vinilos, sueñen con lo prohibido, con traspasar las fronteras de lo políticamente correcto.

Esa maldita pared, endemoniada pared que no separa de la auténtica y definitiva libertad.

domingo, octubre 07, 2007

Y Jesús del Gran Poder no murió en la cruz

Lo prometido es deuda. Yo les prometí en el último post un texto sobre la muerte del empresario Jesús de Polanco. Ahora, me dispongo a abordar esa obligación, consciente de que el hecho ocurrió hace casi tres meses, y de que ha sido sepultado por la veloz actualidad.

Me hubiera gustado hablarles del asunto en julio, cuando Polanco falleció, pero este verano he estado muy alejado del ordenador, ocupado en temáticas más terrenales. El óbito de Don Jesús nos parece muy lejano ya que nos han acostumbrado a la infinita sucesión de noticias. Vivimos al segundo, en esta era de la globalización.

Vamos a entrar a matar: Para los lectores de prensa escrita en España (y para los sintonizadores de las radios), Polanco fue casi un mito. Demonizado por la Brunete mediática, caricaturizado cómo el malvado emperador de la progresía. Propietario de periódicos, radios, televisiones, dueño y señor del imperio Prisa. Siempre pasó desapercibido para los medios de su propiedad, siempre estuvo en la sombra.

Jesús de Polanco fue falangista en su juventud, formando parte del Frente de Juventudes, al igual que muchos demócratas de toda la vida. Supo acomodarse a los vaivenes ministeriales entre las diversas familias políticas del franquismo, ganándose la amistad de destacados miembros del Opus Dei. Gracias a estos contactos, dominó el mercado editorial escolar durante años.

Una vez sepultado en Cuelgamuros el tirano ferrolano, los sectores liberales del régimen decidieron crear su propio diario. Nacía así El País. Impulsado por Manuel Fraga y José María de Areilza, dirigido desde el primer día por Juan Luis Cebrián, hijo de un preboste de la prensa franquista y alumno aplicado de Emilio Romero. Para quienes no lo sepan, Emilio Romero fue director de Pueblo, el periódico del sindicato vertical, durante muchísimos años.

El País, liberal y socialdemócrata, felipista y anticomunista, monárquico y oligárquico. Con el pasar del tiempo se ha convertido en una expendeduría de patentes de corso para progres. No eres chic y fashion si no apareces en EPS, no eres nadie en la vida literaria española si no te sacan en Babelia, tu opinión no vale nada si no la imprimen en Miguel Yuste.

Por supuesto, en Prisa prima la endogamia. El tinglado funciona cómo un círculo vicioso, por el cual, los escribientes de El País publican en Alfaguara, sientan cátedra en las tertulias de la Ser o decoran las mañanas de Cuatro. Por supuesto, los empleados del grupo no vacilan en respaldar con su exquisita prosa los intereses económicos prisaicos, denigrando al PCE, ensalzando a Llamazares, insultando a Chávez, pronosticando la muerte de Fidel.

A lo largo de su vida, Polanco siempre estuvo cerca del poder político, con independencia del color del mismo. Supo vestir la camisa azul, seguir el camino de la Obra y lucir la chaqueta de pana con acento sevillano. Nunca soportó a José María Aznar. Últimamente, hasta Rodríguez ZP cayó en desgracia.

En la acera de enfrente, el Sindicato del Crimen agigantó su leyenda, edificó el mito, dividió el panorama mediático en polanquistas y antipolanquistas. Sus mayores enemigos, Pedro Jota Ramírez y Federico Jiménez Losantos, le sobreviven, empeñados cómo están en recuperar la Moncloa para los populares. Otro de sus contrincantes, José María García "Butanito", está sacando a la luz pública lo más sucio de las cloacas hispanas.

Tras su muerte, destacados componentes de la tribu progresista se retrataron, cómo se dice en mi tierra. Entre ellos, el novelista Nobel José Saramago y el ex comunista Santiago Carrillo. El de Azinhaga, coartada izquierdista de Prisa, lloró al millonario, en un artículo lamentable. No se puede caer más bajo, don José. De Carrillo, poco más puedo decir. No es santo de mi devoción, no puedo aceptar lecciones del mayor enemigo que ha tenido el movimiento comunista español.

Muerto y enterrado Jesús de Polanco, el imperio Prisa empieza a alejarse del gobierno pesoísta, buscando un recambio (José Bono, quizás...). Desaparecido el magnate, surge Público, representando a ese sector socialdemócrata de izquierdas, que se había quedado huérfano. Sin Polanco, sus operarios siguen su cruzada contra el Socialismo del Siglo XXI, proyecto emancipatorio y renovador, que les asusta.

Descanse en paz, don Polanco. Sus herederos vigilan el cortijo. Los demás, los que enterraríamos en el mar a polanquistas y antipolanquistas, seguimos en pie, dispuestos a desmoronar sus calumnias, preparados para abrir las nuevas alamedas.