viernes, junio 20, 2008

¿Es esto una paranoia costumbrista?


El sol derrite las azoteas, golpea presuroso el verano. Lanzarse a la calle es una misión suicida, que no obstante, cumple ciegamente el 99% de la población. De repente, el calor agobiante del desierto se ha apoderado de nuestras ciudades. Ya es hora de prender el aire acondicionado, jodiendo un poquito más a la Madre Tierra.

Aroma sahariano, preludio de un estío infernal, nos queda el consuelo de cierto frescor nocturno. Las noches granadinas siempre han gozado de esa fama, quizás porque carecemos de un río caudaloso y pegajoso, quizás porque la Penibética nos protege, dueña y señora del horizonte.

Granada es Macondo, un Macondo africano, que quiere ser europeo, pero que ni puede ni lo intenta. Reaccionaria, clerical, beata, densamente masificada de iglesias y conventos, señorío de la tapa, bares y restaurantes a espuertas, pijos y jipis, putas y viejos. Los autobuses urbanos ejemplifican a la perfección la variedad tribal del lugar, lo mismo te encuentras a una docena de monjas momificadas que a un gay de diseño que desprecia lo pueblerina que es Granada, y las ganas que tiene de largarse a Barcelona.

Los toreros deslumbran en las discotecas, los burros pasean las despedidas de soltero por las aceras, la manifestación del Metal planta cara a la escoria falangista, que ondea la bandera gallinácea al paso de la huelga. Para que queremos a Gabo, si la providencia nos regaló a José Vicente Pascual. Qué pollas me dices de Benedetti, aquí basta y sobra con Luis García Montero.

Junio ahoga, en una placeta albayzinera Burt Lancaster reta a duelo a Robert Mitchum. Los turistas huyen acojonados, perdiendo en la estampida novísimas cámaras digitales, enseñando sus blancas pantorrillas, sus calcetines de ejecutivo atrapados en sandalias frailunas.

Miguel Ríos vuelve a Granada, en La Tertulia, la progresía se corre al contemplarse en el espejo. Encantados de haberse conocido, escondiendo las vergüenzas tras las páginas de El País. Sin Prisa pero sin pausa, firmando manifiestos, que feo que es ese Hugo Chávez, le falta glamour, ropa de marca, publicar relatos en la Diputación, escribir una columna en el Ideal, en Granada Hoy, incluso en La Opinión.

El Tour de Francia conquista el Veleta. La etapa cuadragésimo quinta acaba en un mano a mano entre Miguel Indurain y Marco Pantani. La serpiente multicolor se divisa desde todos los pueblos de la Vega, en el coche escoba duerme a pierna suelta José Torres Hurtado, alcalde y pensador, cateto y cagarrecio. Deslizándose hacia la Alpujarra, el pelotón compacto se interna en la región más extraña de Andalucía, la tierra de mis ancestros, para esprintar en las anchas avenidas de Trevélez, desayunando jamón con agua mineral.

Habas con jamón, tortilla Sacromonte, y para acompañar, vinillo de la Contraviesa, ron pálido de Motril, calimocho en el botellódromo del Hipercor. De postre, piononos de Casa Ysla, polvorones y mantecaos de Casa Pasteles. Para aligerar el cuerpo y quemar las grasas, qué mejor que un garbeo por la Fuente de la Bicha, a la orilla del Genil, buscando Cenes de la Vega.

Embotellamiento en el Camino de Ronda, rutina en los días laborables, coches de autoescuela en manada, furgonetas en doble fila, no hay municipales a la vista. Tornado galopa rabioso, esquivando los automóviles, desesperadamente. Montado sobre su grupa, cabalga el Zorro, negrísimo y brillante traje de campaña. Creo que es Guy Williams, el protagonista de la serie de Disney, el mejor de los Zorros.

Por Villarejo, trotan los lanceros, al mando del sargento García, estrambótico gordo, bigotudo y desaliñado. Un autocar de guiris no frena a tiempo, y acaba arrollando a la tropa. La carnicería es impresionante, los paparazzis desenfundan sus objetivos y consiguen la exclusiva.

Llueven macetas. Saltan desde los balcones, estrellándose contra la calva de algún desprevenido peatón, machacando los toldos de los vecinos. Gitanitos poligoneros, con el torso descubierto, revenden en los mercadillos, en la marcha verde, en los tíos tiraos. Cae la noche, espectaculares prostitutas ocupan estos territorios, ofreciendo la carne deseada, el placer mecánico y fugaz del sexo de pago.

Semana Santa permanente, 365 días de pasión, los pasos toman la ciudad, inundando de saetas el malhumor de los ateos. Cristo del Silencio por el Carril de las Tomasas, rondando el amanecer, taracea crucificada, los niños del incienso huelen a hospicio. Antes de radical, fui nazareno.

Mitchum y Lancaster, Lancaster y Mitchum, costaleros de la Greñua, mayordomos de la Aurora, mastican churros y beben chocolate ardiente, las pistolas al cinto, desechados ya los floretes en el armario empotrado del honor. Parlan en granaíno de Maracena, inexplicablemente.

Vibra la afición, explota el marcador, el Granada C.F. golea al Real Madrid en el estadio de Los Cármenes. Promotores inmobiliarios y concejales celebran el resultado con una paella en Los Manueles, descargando la alegría en Don Pepe/Don José.

En la pista central de Mae West, Guy Williams, alias Diego de la Vega, menea las caderas al son del reggaetón. Las nenas se arremolinan para mirarlo, haciendo mohines de aprobación, sacando pecho, hasta que los wonderbras revientan. Es el éxtasis, y eso que no estoy presente.

Queda instaurada la 3ª República, la tricolor es izada, suena el himno de Riego, marchan los republicanos por el Paseo de los Tristes. Los gatos del Darro maúllan al unísono, Antonio González El Pescadilla rasga su guitarra, los niñacos descuelgan los tangas de los tendederos y se pierden hacia Puerta Real.

Me despierto, resacoso, sudando, con trazas de haber soñado algo inquietante. ¿O no?

viernes, junio 13, 2008

Las razones de mi "Llanto"


Alguna vez me han preguntado el porqué de rotular este blog como El Llanto de la Acequia. Creo que ha llegado el momento de explicarlo. Me he decidido a hacerlo, ya que ha pasado casi año y medio desde que esta bitácora escogió un nuevo rumbo, más acorde con mi propia personalidad.

El título del blog está plagiado literalmente del nombre de uno de los capítulos del Álbum de la Historia de España (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1995), obra del historiador vasco Fernando García de Cortázar. Este señor está en las antípodas de mi pensamiento político actual, posiblemente ahora no hubiera comprado este libro, pero eran otros tiempos. Calculo que tenemos el Álbum en casa desde el año 1997, poco después de que mi madre se hiciera socia del Círculo de Lectores. Entonces, tenía yo 12 años, era apenas un crío, apasionado por la historia, de un izquierdismo sutil, plagado de clichés .

El llanto de la acequia, de García de Cortázar, relata la expulsión de los moriscos de España, decretada por Felipe III en 1609. El autor alude metafóricamente al dolor de los que se veían obligados a dejar sus tierras, sus haciendas, sus huertas, su país, por el único hecho de profesar una religión diferente de la oficial. Los artesanos del agua, los magos de la agricultura, partían al desierto del destierro, dejándonos lo mejor de sus técnicas agrícolas.

Sin lugar a dudas, esta fue mi principal inspiración a la hora de darle un nombre al blog. Pero no fue la única. Yo nací y he vivido siempre en la ciudad de Granada, último bastión islámico en la Península. El agua es un elemento indispensable del paisaje granadino, el líquido elemento moldeó a Granada, la hizo a su imagen y semejanza. Granada vive sobre tres ríos, Genil, Darro y Beiro, que mueren en silencio, sin que nadie haga nada por defenderlos.

La Acequia Gorda del Genil es uno de los recuerdos más persistentes de mi infancia. Cómo olvidar aquellos domingos en donde los abuelos, en el barrio de la Parrilla, entre el Realejo y el Barranco del Abogado, el abuelo Salvador escanciando vino en mi vaso, los correteos con los primos, la ingenuidad tremenda de pensar que todo era posible.

La acequia, corría entonces brava y caudalosa, atravesando el Cuartel de las Palmas, deteniéndose en el Molino del Marqués, descansando junto a la casa natal de Ángel Ganivet, para perderse bajo el asfalto, junto al edificio de la Compañía Sevillana de Electricidad. Cuando yo iba de un lado para otro, de la mano del abuelo, ya no había guardias civiles en el Cuartel, ya los habían trasladado al Polígono de Cartuja, a un tiro de piedra del Parque Nueva Granada, donde vivíamos entonces. Aquel Cuartel, entronca las dos ramas de mi familia.

Antonio Jiménez Ortiz, abuelo materno de mi padre, originario de Yátor, guardia civil, formó parte de la promoción que inauguró el Cuartel de Las Palmas sobre 1911. El bisabuelo residía muy cerca de allí, en la calle Santo Sepulcro de la Quinta, donde la bisabuela Loreto daría a luz a Teresa Jiménez de Toro, mi abuela, el 15 de octubre de 1927. En la misma Bola de Oro había nacido dos años atrás Antonio García López, que a la postre acabaría conociendo a Teresa y casándose con ella.

Todos los caminos llevan a Roma, las casualidades existen y nos utilizan como muñecos de trapo. El Cuartel marcó también la vida de mi familia materna, ya que los guardias civiles eran clientes habituales de la tienda de comestibles que abrió mi bisabuelo Salvador Labrac Escudero, y que heredó mi abuelo Salvador Labrac López, en la planta baja de la enorme casa donde se criaron mi abuelo y su hermana, mi madre y mi tío. De las Palmas partían los picoletos a combatir a los del monte (los hermanos Quero, entre otros), según me ha relatado mi tía abuela Conchita (la Chacha), que cumplió 85 años el 22 de mayo.

El Llanto de la Acequia no es más que un pálido reflejo de mi rabia, un lugar donde desahogarme, donde escupir a mis enemigos, a los vuestros. Cuando me siento frente al ordenador y tecleo los posts, se desborda la acequia de mi malafollá, repartiendo mandobles a diestro y siniestro.

Mi Llanto no sería el mismo sin los capotes de Félix Arana, webmaster de Unidad Cívica por la República, que ha dado a conocer muchos de mis textos en la web que administra. Tampoco debo olvidarme de los compañeros de Kaosenlared, ni de los de Rebelión. Un saludo desde aquí para los miembros del Foro por la Memoria de Granada, que me incluyen en su página de vez en cuando, sin que nunca les haya dado las gracias.

Entre Víznar y Alfacar, muy cerca del escenario del Crimen, fluye Aynadamar, la Fuente Grande, la Fuente de las Lágrimas. Monedas oxidadas reposan en sus profundidades, lanzadas por peticionarios de deseos, que se acercan a Aynadamar para respirar el mismo aire serrano que exhaló por última vez Federico.

Cómo iba a faltar Lorca en esta ocasión, era imposible romper con el tópico. Granada entera le asesinó, y todavía estamos pagando la salvajada. Lorca eran todos, lloro por ellos un instante, me secó las lágrimas, miró hacia el mañana y os espero, con los brazos abiertos.

El viaje será largo, nos queda mucho que recorrer. El Llanto permanecerá en esta batalla, al pie de Sierra Nevada, esperando que la revolución se encarame a lo alto de la Alhambra y despeñe la ignominia hasta el fondo de la Sabika.

lunes, junio 09, 2008

Charla-coloquio republicana, ¡ahora sí!


UCAR- Granada os invita a participar, ¡ahora sí!, en una charla-coloquio sobre Municipalismo y República, contaremos con la asistencia de Antonio Romero, impulsor de la campaña 'Municipios por la tercera república'.

Esperamos vuestra asistencia y participación en esta actividad.

José Luis García Puche.

Presidente de UCAR-Granada.

DIA: JUEVES 12 DE JUNIO.

HORA: 8 DE LA TARDE.

LUGAR: ATENEO LIBERTARIO (sede de la CGT).

C/FRIBURGO 57/59 BAJO (cerca del centro comercial Alcampo).

domingo, junio 01, 2008

Al rescate de Maximilien Robespierre


Debemos cumplir una misión urgente, y realizarla con esmero y cuidado. Un comando de fuerzas especiales de la izquierda anticapitalista española, compuesto por nuestros mejores militantes, debe partir de inmediato hacia Francia, para encontrar la sepultura perdida de Maximilien Robespierre, rescatando sus restos mortales. Acabaremos así con uno de los misterios de la Revolución Francesa, desvelando el destino final del que fue el más grande de sus líderes.

La primera parada de la expedición será el cementerio de Errancis, donde los termidorianos enterraron al Incorruptible, cubriéndole con cal viva. El equipo de arqueólogos de la Federación Estatal de Foros por la Memoria tendrá que trabajar duro, inspeccionar el camposanto de cabo a rabo, buscando cualquier mínimo rastro de Robespierre. Y si aparece de paso Louis Antoine de Saint-Just, su principal lugarteniente, mataremos dos pájaros de un certero disparo.

Si fracasamos en el intento y no descubrimos nada, no hay porqué preocuparse. El cuerpo de Robespierre no es indispensable para que el operativo finalice exitosamente. Lo que sí necesitamos son los ideales robiesperristas, aquel torrente de pensamientos que hicieron temblar el mundo. Ahora estas ideas nos ayudaran a rehacer nuestra constelación de causas perdidas, que se han ido resquebrajando a medida que triunfaba el neoliberalismo.

El PSOE, nacido marxista y reeducado sociademócrata, es el partido del orden y del capital, el partido de la gran banca y de la oligarquía. Enzarzado el PP en una lucha a cara de perro, de pronóstico reservado, el PSOE es la garantía de que el statu quo no se modificará en detrimento de la clase empresarial. El PSOE es el enemigo a batir, por mucho que se empeñe la progresía en mostrarnos los horrores del PP. La reconstrucción de la izquierda alternativa y transformadora se hará contra el PSOE y contra el Gobierno ZP.

Para recuperarnos del coma profundo que sufrimos, necesitamos tanto la teoría económica de Marx como la propuesta demócrata radical de Robespierre. El socialismo del futuro será robespierrista o no será, será democrático o sólo será un sucedáneo, una chuchería con la que endulzar la mediocridad imperante. El hilo rojo que une a Karl Marx y a Maximilien Robespierre, del que ya han hablado otros antes que yo, forjará la madeja del anticapitalismo revolucionario, en este nuevo siglo.

Estamos en la última década del siglo XVIII. La joven República Francesa, atacada e invadida por las más poderosas naciones del orbe (la misma situación se repetiría 130 años después con la naciente Unión Soviética), vacilaba entre los realistas, los girondinos y los jacobinos, estableciendo para siempre los conceptos de derecha, centro e izquierda. Marat, Danton, La Fayette, Robespierre, Saint-Just, Bonaparte, ocupaban la arena pública, debatiendo en la Convención o en la Asamblea Nacional, publicando panfletos insurreccionales o dirigiendo los ejércitos franceses hacia la victoria. Sobre todos ellos, brillaba Robespierre.

Maximilien Robespiere, tribuno de la plebe, abogado de los humildes, defensor del pueblo campesino y trabajador, miembro del ala izquierda del club de los jacobinos, figura maldita para monárquicos y burgueses, idolatrado por los sans culottes, magnífico orador, parlamentario agresivo, hombre de salud escasa, con razón la masa le llamó Incorruptible. Denostado durante siglos, vilipendiado y olvidado, descatalogado por la ortodoxia soviética, víctima de una campaña de desprestigio demasiado larga y cruel, consiguió combinar los aspectos más positivos del liberalismo con lo que él mismo calificó de economía política popular.

La economía política popular que propugnaba Robespierre defendía la prevalencia del poder político sobre el poder económico, defendiendo el control ciudadano de la economía. Se oponía así a la libertad total del mercado, base fundamental del liberalismo clásico, precisando que nunca el derecho a la propiedad privada podría situarse por encima del derecho a una existencia digna. Ni el derrocamiento de la Monarquía Borbón ni la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano eran suficientes, sólo etapas importantes de una carrera de fondo hacia la libertad y hacia la felicidad, que todavía recorremos.

Ante aquellos que pretendían negar el derecho al voto a judíos y a comediantes, Robespierre afirmaba "Devolvámoslos a la felicidad, a la patria, a la virtud, devolviéndoles la dignidad de hombres y de ciudadanos libres; soñemos que jamás puede ser política, que se pueda llamar así, el condenar al envilecimiento y a la opresión a una multitud de hombres que viven entre nosotros". El de Arrás atacaba los prejuicios antijudíos, propios de entonces, exigiendo la igualdad legal para cualquier ciudadano.

Robespierre se oponía a a la proposición de ley marcial, que trataban de aprobar los reaccionarios con el fin de sofocar militarmente los numerosos motines populares que estallaban en Francia. Justificaba el derecho del pueblo a la insurrección si el Estado violaba las libertades , argumentando que "El pueblo volverá a ponerse por sí mismo bajo el yugo de las leyes cuando éstas no sean otra cosa que protección y provecho".

"Todos los hombres nacidos y domiciliados en Francia son miembros de la sociedad política que se llama la nación francesa, es decir, ciudadanos franceses. Lo son por la naturaleza de las cosas y por los principios primeros del derecho de las gentes. Los derechos unidos a este título no dependen ni de la fortuna que cada uno de ellos posee, ni de la cantidad del impuesto a la que está sometido, porque no es el impuesto lo que nos hace ciudadanos; la cualidad de ciudadanos obliga solamente a contribuir a los gastos comunes del estado, según sus facultades". Con estas palabras combatía Robespierre el sufragio censitario, que privaba del derecho al voto a la inmensa mayoría de los franceses.

El diputado jacobino siempre se enfrentó al esclavismo, porque lo consideraba incompatible con la propia Revolución: "Desde el momento en que, en uno de vuestros decretos, hayáis pronunciado la palabra esclavo, habréis pronunciado vuestro propio deshonor y el derrocamiento de vuestra constitución".

"Cuanto más pobre se es, más necesidad se tiene de la autoridad protectora; así, lejos de disminuir esta facultad, para la causa de los ciudadanos más pobres, es por el contrario a estos ciudadanos a quienes el legislador debe garantizarla de la manera más auténtica y extensa". Este pequeño apunte deja bien claro en que trinchera de la lucha de clases estaba Maximilien Robespierre.

Frente a los que promovían la guerra de conquista para, supuestamente, extender los principios revolucionarios por Europa, Robespierre replicaba "La idea más extravagante que puede nacer en la cabeza de un político es creer que es suficiente que un pueblo entre a mano armada en un pueblo extranjero para hacerle adoptar sus leyes y su constitución. Nadie quiere a los misioneros armados. Y el primer consejo que dan la naturaleza y la prudencia es rechazarlos como enemigos". Anticipaba de este modo el fracaso del socialismo real, impuesto por el Ejército Rojo a los países del Este tras el aniquilamiento del Tercer Reich. Incluso, se adelantaba al error tremendo del Che Guevara, lo que le acabó costando la vida en las selvas de Bolivia.

En otra de sus fantásticas alocuciones, respondía a los que le acusaban de tomar medidas ilegales para actuar contra los enemigos de la revolución, alegando que "Todas aquellas cosas eran ilegales, tan ilegales como la revolución, como la caída del trono y de la Bastilla, tan ilegales como la propia libertad" .

"La libertad del comercio es necesaria hasta el límite en que la codicia homicida empieza a abusar de ella"; "Ningún hombre tiene el derecho a amontonar el trigo al lado de su semejante que muere de hambre"; "La primera ley social es pues la que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios de existir"; "Todo cuanto resulte indispensable para conservarla (la vida) es propiedad común de la sociedad entera"; "Toda especulación mercantil que hago a expensas de la vida de mi semejante no es tráfico, es bandidaje y fratricidio". La prosa contundente del Incorruptible deja bien claro que el ser humano es más importante que el mercado, que nadie debe hacerse rico a costa de que otros se mueran de hambre. Anticapitalismo del bueno, parece escrito para describir la globalización.

También atacaba la pena de muerte: "Quiero probaros dos proposiciones principales: la primera, que la pena de muerte es esencialmente injusta; la segunda, que no es la más represiva de todas las penas, y que contribuye mucho más a multiplicar los crímenes que a prevenirlos". Precisamente, la acusación que lanzó la reacción contra Robespierre, y que aún se escucha, es que fue un tirano sanguinario, acérrimo partidario de la pena de muerte. Otra mentira más. Sólo fue partidario de ella en contadas ocasiones. Cierto es que votó a favor de la ejecución del rey, medida extrema que contribuyó a descabezar la conspiración contrarrevolucionaria. En la época del Terror, con Francia asaetada por los ejércitos absolutistas, justificó el uso de la pena de muerte para preservar la integridad de la república, seriamente amenazada.

"Dar al gobierno la fuerza necesaria para que los ciudadanos respeten siempre los derechos de los ciudadanos, y hacer de manera que el gobierno nunca pueda violarlos". Estas debían ser las funciones del Poder Legislativo según Robespierre. "Los males de la sociedad no provienen jamás del pueblo sino del gobierno"; "El interés del pueblo es el bien público. El interés del hombre con poder es el bien privado". Como pueden apreciar, Robespierre era rousseauniano, demasiado ingenuo, demasiado honesto para este mundo de canallas.

El discurso sobre los Principios del Gobierno Revolucionario es fundamental en la trayectoria de Maximilien Robespierre: "La teoría del gobierno revolucionario es tan nueva como la revolución que la ha traído. No hay que buscarla en los libros de los escritores políticos, que no han visto en absoluto esta Revolución, ni en las leyes de los tiranos que contentos con abusar de su poder, se ocupan poco de buscar la legitimidad; esta palabra no es para la aristocracia más que un asunto de terror; para los tiranos, un escándalo; para mucha gente un enigma. El principio del gobierno constitucional es conservar la República; la del gobierno revolucionario es fundarla. El gobierno constitucional se ocupa principalmente de la libertad civil; y el gobierno revolucionario de la libertad pública. Bajo el régimen constitucional es suficiente con proteger a los individuos de los abusos del poder público; bajo el régimen revolucionario, el propio poder público está obligado a defenderse contra todas las facciones que le ataquen. El gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la protección nacional; a los enemigos del pueblo no les debe sino la muerte".

La reacción obligó a la Revolución a actuar rigurosamente, aplicando la pena de muerte a opositores y a conspiradores. Robespierre ejerció como contrapeso, dentro del Comité de Salud Pública del que era miembro, entre las posturas más extremistas y las más moderadas. Era un hombre, nada más y nada menos que una persona, por lo que su quehacer político no fue perfecto, cometió errores en algunas ocasiones, aunque siempre tuvo al pueblo en su corazón.

"La esencia de la república o de la democracia es la igualdad, se concluye de ello que el amor a la patria abarca necesariamente el amor a la igualdad. Es verdad también que este sentimiento sublime supone la prioridad del interés público sobre todos los intereses particulares". La igualdad, la bendita igualdad, el horizonte de nuestras batallas, fue también el propósito final de aquel francés enfermizo y enjuto, que un día sembró de inquietud el alma podrida de los poderosos.

Cojamos picos y palas, pongámonos el mono de trabajo, cavemos una y otra vez, destripando la tierra donde dicen que arrojaron el cadáver de Maximilien. Quizás encontremos su cabeza, la cabeza del sabio, del orador, del guerrero de la Revolución. Si tenemos la suerte de lograrlo, no permitamos que nadie le eleve a la categoría de dios, le ponga velas y le rece avemarías, porque entonces seríamos traidores, traidores a Robespierre y traidores a la causa de la humanidad.

"La verdad es mi único refugio frente al crimen; no quiero ni elogios ni partidarios: mi defensa está en mi conciencia". Así sea, compañero.

*La totalidad de las citas de Maximilien Robespierre, mencionadas en este artículo, provienen de la recopilación de discursos del revolucionario jacobino, "Por la felicidad y por la libertad", publicada en El Viejo Topo, en 2005.