martes, noviembre 25, 2008

Tomo partido

Pido la palabra. Llegó mi turno. He esperado unas semanas para opinar con propiedad sobre el affaire Fortes-García Montero, leyendo las diversas reacciones, los manifiestos de uno u otro signo, los artículos apresurados de fulano o mengano, las sesudas reflexiones de los menos.

Fue Álvaro Salvador, catedrático de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Granada, compañero generacional y amigo íntimo de Luis García Montero, el que soltó la liebre. El pasado 11 de noviembre, tras conocer la sentencia que condenaba al poeta por el delito de injurias graves con publicidad sobre la persona de José Antonio Fortes, Salvador declaró lo siguiente a un reportero del diario Ideal: "Luis es la primera víctima en la guerra por el poder cultural en Granada. Esperemos que la próxima sea del otro bando."

Esta reacción me sorprendió, porque fue la única del entorno de García Montero que mencionó lo que a mi juicio es una de las cuestiones centrales de este enredo, el poder cultural en la ciudad de Granada. Sin quererlo, Álvaro Salvador destapó la caja de los truenos.

Siguiendo su argumentación, en nuestra tierra se libra una guerra sin cuartel entre dos ejércitos anónimos, una contienda cuya meta es la conquista del poder cultural granadino. Según la versión de Salvador, Luis García Montero era un destacado oficial de una de las facciones enfrentadas, que se ha visto obligado a abandonar la Universidad, partiendo a Madrid, después de la condena. Tirando de este hilo, se deduce que el profesor Fortes forma parte de la otra facción, que ha ganado una batalla con la sentencia.

Ahora bien, me vienen a la cabeza cientos de interrogantes. El primero, ¿El poder cultural está en mano de alguno de estos dos sectores en disputa, o permanece a la deriva, a la espera de ser tomado por las armas de unos o de otros? El segundo, ¿En qué consiste esto del poder cultural? Tercero, ¿Quienes son los miembros de las dos banderías, y cuáles son sus propósitos?

Animo, desde esta tribuna mía, al señor Salvador a que responda estas preguntas, para que los granadinos sepamos los porqués de este conflicto, hasta ahora desconocido para el hombre de la calle. Solicíto asimismo al señor Fortes que conteste también estas cuestiones, a través de la prensa alternativa, donde no encontrará censuras ni mordazas.

Se ha hablado poco del origen de esta controversia jurídico-literaria. Se nos ha dicho que todo comenzó en una reunión del Consejo Ordinario del Departamento de Literatura Española, el 26 de septiembre de 2006. Pero, ¿Cual era el tema a tratar en aquella reunión?

Acudamos a la sentencia sentencia 446/08, dictada por el magistrado Miguel Ángel Torres. En la misma, Torres explica que allí "se trataban temas polémicos como el candidato propuesto al premio Lorca o el representante del Consejo en el jurado del premio". "Temas polémicos", afirma el titular del Juzgado de lo Penal número 5 de Granada, dando en el clavo, apuntando a lo más hondo de este episodio.

El Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada/Federico García Lorca, convocado anualmente desde 2004 por el Ayuntamiento garnatí, es una iniciativa de dos personas: Luis García Montero (a partir de ahora LGM) y su hermano Juan , concejal de cultura de la localidad, destacado militante del PP. Cómo concejal del ramo, Juan García Montero es miembro nato del jurado del galardón, al igual que su primo, el también poeta Luis Muñoz Montero (LMM).

En la última edición, a la que se presentaba LGM, Juan se ausentó de la sala donde se deliberaba, dejando dentro, entre otros, al alcalde José Torres Hurtado, a LMM y a un conocido de muchos de ustedes, Álvaro Salvador. El García Lorca fue a parar finalmente a las manos del poeta mexicano-español Tomás Segovia.

El primer galardonado fue Ángel Gónzalez, al que dediqué unas letras con motivo de su fallecimiento en enero de este 2008. La amistad entre LGM y el desaparecido González es de sobras conocida.

Así pues, el premio Lorca fue el motivo por el que LGM insultó a José Antonio Fortes en aquel Consejo de Departamento. Más concretamente, las alusiones humorísticas de Fortes y de otro docente a posibles destinatarios del Lorca (la tonadillera Isabel Pantoja y el cantaor y bailaor Curro Albaicín).

Va cayendo el velo del misterio, va desvelándose una de las verdades del affaire: el poder cultural. Un mandarinato absoluto y omnímodo, detentado por LGM desde hace más de una década, al amparo de las instituciones, y al calor de las subvenciones. Existe entonces el poder cultural en esta ciudad de provincias.

"Quién no tiene padrinos, no se bautiza", dice la sabiduría popular. LGM ha reunido, a lo largo de su carrera literaria, una colección de padrinos de variado pelaje. El más famoso de todos ellos, es sin duda, Rafael Alberti.

Cuando el poeta gaditano volvió a España en 1977, tras el aciago paréntesis del exilio, encontró en Granada a una generación de literatos mozos que le acogió como un maestro. Alberti vivió junto a ellos una segunda juventud, quemando la noche, al filo de los ochenta años. Tres de aquellos chavales eran LGM, Álvaro Salvador y Javier Egea.

Sin que esto suponga una negación del talento natural de LGM para la poesía, sería imbécil no tener en cuenta que entrar en el mundillo literario de la mano de Rafael Alberti no es moco de pavo. Se le abrieron muchas puertas de par en par, y él supo y pudo atravesarlas.

LGM escribe regularmente en el periódico de mayor tirada a nivel estatal, El País. Su esposa, la novelista Almudena Grandes, escribe en el suplemento dominical del diario, EPS. Además, Almudena publica sus libros en la editorial Alfaguara. El propietario de El País y de Alfaguara es el grupo Prisa, ligado a los intereses empresariales de la familia Polanco y a los intereses electorales del PSOE.

A su vez, LGM está afiliado a IU, siendo próximos sus planteamientos a los del dimitido coordinador general Gaspar Llamazares, apareciendo incluso en las listas de la coalición en las elecciones europeas de 2004.

Luisito tiene las espaldas bien cubiertas, maneja una red de intereses impresionante, que le ha ayudado a capear el temporal actual. Lazos fraternales con el PP, amistad y militancia en IU, buenos contactos en el PSOE.

Si LGM dijera, parafraseando a su tocayo francés, "la Cultura en Granada soy yo", no estaría mintiendo, ni mucho menos. Hablando en términos de industria cultural, entiéndanme.

Queda identificado uno de los bandos de esta guerra por el control del negocio de la cultura en Granada, el liderado por LGM, del que forman parte sus amistades, las amistades de sus amistades, su propia familia, sectores del PP, del PSOE y de IU. Comprueben los nombres de los firmantes del manifiesto en apoyo a LGM, es la mejor prueba del capital humano que ha amasado el paisano, con tesón y con paciencia de orfebre.

¿Y los otros? ¿Además de Fortes, quienes intentan arrebatar el poderío a LGM y compañía? José Antonio Fortes es marxista, incluso presume de ello en sus clases (craso error, a mi parecer), aplica en sus teorías literarias el análisis metodológico marxista, sostiene posiciones de extrema izquierda, posiciones que un servidor no comparte, pero que respeta. Entonces, ¿Donde están sus aliados, sus correligionarios?

Sería lógico que a Fortes le apoyasen los grupúsculos que se mueven a la izquierda del PCE. Pero, ¿Están en condiciones estas organizaciones, a menudo escasas de personal y trufadas de policías, de guerrear con LGM en pos de la codiciada Cultura granaína? Echen unas carcajadas a mi salud, por favor. A lo mejor ha estallado esta tarde la revolución en los paseíllos universitarios, están ardiendo la casa consistorial, la catedral y la sede del Ideal, y no me he enterado.

Antonio Romero, parlamentario andaluz y diputado nacional por IU durante muchas legislaturas, sostiene en una carta abierta lamentable que "El profesor denunciante (en referencia a Fortes), haciendo gala de su mediocridad y jaleado por los sectores más reaccionarios de la Universidad acudió a refugiarse bajo las togas de los juzgados." Me gustaría saber cual es la fuente de información de Antonio Romero, de donde ha sacado esos datos sobre Fortes y sobre esos sectores reaccionarios que le han jaleado.

No hay que ser un lince para descubrir que la Universidad de Granada es un nido de fachas, tal y como lo son el resto de las universidades españolas. Lo cual no es óbice para calificar como reacionario y revisionista a todo aquel que ose atacar a un poeta de los nuestros (ya se llame LGM o Federico García Lorca). No confundamos una vez más la realidad y el deseo.

Si esta situación hubiera ocurrido cinco años atrás, yo mismo hubiera firmado gustosamente el manifiesto y hubiera lanzado improperios y maldiciones contra José Antonio Fortes. Pero, las cosas cambian, el tiempo se consume en los relojes de arena de la memoria, y no se puede ser ajeno a ello.

No conozco a Fortes, pero sí conozco a LGM. Charlamos en una ocasión, allá por 2003. Yo tenía 17 años y medio, y encajaba a la perfección en la definición de progre, lo confieso. Luisito era un símbolo, un mito viviente, un ejemplo de lo que debía de ser un intelectual de izquierdas, comprometido con la búsqueda de un mundo mejor...

Ahora, a los 23 años y dos meses, ya no soy ese niño de la plaza de Mariana Pineda, estimado LGM. Ahora, en un año fundamental para la definitiva formación de mi personalidad, tomo partido contra la progresía, contra Prisa, tomo partido contra ti.

Tomo partido, partido hasta mancharme, por José Antonio Fortes.

La suerte está echada.

domingo, noviembre 16, 2008

Español, a la manera de Bergamín


Ece España

Dicen que España está españolizada,
mejor diría, si yo español no fuera,
que, lo mismo por dentro que por fuera,
lo que está España es como amortajada.
Por tan raro disfraz equivocada,
viva y muerta a la vez de esa manera,
se encuentra de sí misma prisionera
y furiosa de estar ensimismada.
Ni grande ni pequeña, sin medida,
enorme en el afán de su entereza,
única siempre pero nunca unida;
de quijotesca en quijotesca empresa,
por tan entera como tan partida,
se sueña libre y se despierta presa.

(José Bergamín)

Los españoles tenemos la mala costumbre de psicoanalizarnos continuamente en el diván de la historia, exorcizando nuestros demonios familiares sin requerir la ayuda de un profesional de la materia con acento porteño. Es difícil encontrar otro país, desde el Paleolítico, que se haya preocupado tanto por su propia identidad.

Esa desazonante interrogación, esa pregunta insistente, me ha asaltado en muchas ocasiones, perturbando mi sueño o entreteniendo mi aburrimiento. Como animal político que soy, necesito resolver esa encrucijada. Como anticapitalista, busco una manera distinta de ser español.

Estaba en esas cuando dí de bruces con José Bergamín. Desgarrador de ortodoxias, católico sin cortapisas, republicano del 14 de abril pero también del 18 de julio, poeta, dramaturgo, ensayista, editor.

Su padre, Francisco Bergamín, fue abogado de fama, ministro conservador en distintas etapas del reinado alfonsino, emigrando al campo republicano durante la dictadura de Primo de Rivera, llegando a defender a Fernando de los Ríos ante la justicia monárquica. Precisamente, la primera misión política que realizó Bergamín fue la que le encomendó su progenitor: entrevistarse con el general Franco, por entonces director de la Academia Militar de Zaragoza, para sondearle sobre la actitud del Ejército ante el advenimiento de la República.

No sé si José Bergamín llegó a imaginar que aquel gallego de tímida vocecilla iba a protagonizar la vida española durante casi medio siglo, sembrando de tinieblas el luminoso porvenir que estalló en abril de 1931. La Segunda República apareció de repente, ante la inoperancia del régimen canovista, reclamada por la pequeña burguesía intelectual y por las masas obreras encuadradas en el PSOE y en la UGT.

En el primer gobierno republicano, Bergamín fue director general de Seguros, en el ministerio de Trabajo que ocupaba Francisco Largo Caballero, por un breve espacio de tiempo, desistiendo de la política funcionarial y reintegrándose a la literatura.

La obra de Bergamín es deudora de la de su maestro y amigo Miguel de Unamuno. Al igual que don Miguel, Bergamín fue cristiano rebelde y español melancólico. Cultivó con esmero el aforismo, otra de las predilecciones del bilbaíno. Sólo la guerra civil pudo separarles, y por poco tiempo, ya que Unamuno se arrepintió enseguida de su inicial apoyo al levantamiento fascista, enfrentándose elegantemente a la marabunta legionaria con aquel "Venceréis pero no convenceréis".

Mientras existió la República Española, Pepe Bergamín fundó la revista católica Cruz y Raya, aglutinó a lo que luego se conoció como la Generación del 27 (él siempre prefirió llamarla Generación de la República), descubrió a Miguel Hernández y acompañó las últimas horas del matador Ignacio Sánchez Mejías. Eran las cinco en punto de la tarde cuando Granadino corneó al diestro en la plaza de Manzanares del Real. Diciembre de 1934, la gran tragedia española se aproximaba.

El albero español empezó a romperse en añicos la tarde-noche del 17 de julio de 1936, cuando el Ejército de África se sublevó contra el gobierno. Franco entraba a matar... El resto del cuento es bien conocido.

La intelectualidad que se adjudicó el 14 de abril, no apareció el 18 de julio, cuando más los necesitaba la República. Ortega, Marañón, Pérez de Ayala, se difuminaron en la ambivalencia. La joven hornada del 27 entró en escena, al lado del pueblo trabajador que hizo suya la defensa del régimen legal. Entre ellos, estaba Bergamín.

Presidente de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, encargó a Pablo Picasso que pintara el Guernica, guardó como oro en paño el manuscrito lorquiano de Poeta en Nueva York, que entregaría a la imprenta en el exilio americano, publicó en El Mono Azul poesía de combate. Comunista como Rafael, como Miguel, como Dolores.

Desterrado tras la derrota, vagabundo por Sudamérica, editando revistas, escribiendo, con la mirada puesta en la España que le habían arrebatado. Sin patria, viudo desde 1943 (su mujer era Rosario Arniches, hija del conocido comediógrafo), criando hijos y destetando libros, español peregrino de una España que no le merecía.

Feo, desgarbado, dandy en el vestir y en las formas, rodeado de mujeres y de amigos, llevando a cuestas un esqueleto y un país, Pepe Bergamín, enamorado del toreo, devoto del Cristo resucitado, insobornable hasta la extenuación.

España le quemaba el alma, le llamaba, y él, respondió al grito de auxilio de su patria, regresando en 1958. Muchos exiliados no entendieron su regreso, su vuelta desesperada al Madrid que le vio nacer, como tampoco entendieron el retorno del general Vicente Rojo, máximo estratega militar del Ejército Popular de la República. Bergamín pisó de nuevo el suelo español porque lo necesitaba para seguir respirando, para que la añoranza y la nostalgia no quebraran su corazón, porque creyó que sus compatriotas también querían compartir la dictadura con él.

La canalla fascista le dejó tranquilo durante 5 años, hasta que en 1963 tuvo que refugiarse en la embajada de Uruguay, al ser denunciado públicamente por Torcuato Luca de Tena, exdirector de ABC y autor de best-sellers. Su firma encabezaba la carta de protesta por las torturas y vejaciones a las que fueron sometidos los mineros asturianos en huelga. El destinatario de la misiva era Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo.

De vuelta al exilio, Bergamín se estableció en la Francia gaullista, donde su amigo André Malraux ostentaba la cartera de Cultura. Allí presenció las jornadas de Mayo del 68, participando en aquella algarabía como uno más.

En 1970, cuando ya era un anciano de setenta y cinco años, cruzó los Pirineos, instalándose en un ático frente a la madrileña Plaza de Oriente. A escasos metros, en el balcón del Palacio Real, el Caudillo exaltaba a sus incondicionales (que fueron mucho más de lo que luego se ha dicho), cada vez que notaba una grieta en el muro de opresión con el que atenazaba a España.

Imagino a don José, apoyado en el alféizar de su buhardilla, sonriendo socarronamente, mirando al dictador más viejo de Europa, recordando el encuentro que tuvieron cuarenta años atrás, cuando Franco le prometió fidelidad a la República. Ironías del destino.

El general se acabó muriendo, de puro viejo. Las Españas amanecían monárquicas, los fascistas disfrazados de demócratas y los demócratas travestidos de juancarlistas. Se ponía en escena la tragicomedia nacional, un espectáculo teatral magistralmente interpretado por los novísimos padres de la patria.

Entre la unanimidad clamorosa, hubo una voz que se negó a transigir con la Transición. Bergamín no transitó al oasis de la democracia constitucional, quedándose sólo en la otra orilla, clamando en el desierto de la República. Sus grandes amigos, Rafael Alberti y María Zambrano, se sumaron al coro transicional, dejando a Pepe rezagado, como la única gran figura del exilio que rechazó la pantomima postfranquista.

En esa travesía por el desierto, Bergamín encontró a la izquierda abertzale. El republicano irredento acabó siendo compañero de viaje del vasquismo revolucionario, en el ocaso de su existir. A tierras vascas partió para morir, en el seno de esa Euskal Herria rebelde que no aceptó el apaño de la Transición.

Español de españoles, patriota sentido y sentimental, honrado y pobre escritor, pájaro de mal agüero, Quijote desconcertado al que Sancho Panza vendió por treinta monedas de plata. Comunista hasta el último suspiro, luego un sendero pedregoso hacia el cielo.

Nosotros, en los infiernos, recitando el Soneto a Cristo Crucificado, inalcanzable ejemplo de la mejor poesía religiosa. Aprendiendo a ser españoles, a la manera de José Bergamín.

sábado, noviembre 01, 2008

¡El "Llanto" también es vuestro!

Vuelve noviembre, con novedades en el Llanto. Por fin, he abierto una cuenta de correo electrónico del blog: vuestrollanto@gmail.com. Allí podéis enviar vuestras quejas, insultos, felicitaciones, ánimos, amenazas de muerte, sugerencias, e incluso vuestros números de teléfono, si sois grupis del socialismo del siglo XXI, jaja.

Tengo esto un poco abandonado, soy consciente de ello, e intentaré remediarlo. Estoy trabajando otra vez, desde principios de octubre, en el mismo puesto en el que estuve en verano. No es excusa para no actualizar el Llanto más constantemente, ya que es un curro a media jornada, así que en el email también se admiten reproches.

Con vuestra ayuda, iremos mejorando esta bitácora, pasito a pasito y con buena letra. Espero que bombardéis el correo con lo que se os ocurra.

Lo pongo en la columna de la derecha, para que se vea bien, y no estorbe mucho.

Sin más, me despido.

Salud.