jueves, octubre 30, 2008

Una mañana, en Génova 22


Lunes 27 de octubre de 2008, Madrid. Frente al número 22 de la calle Génova se agolpan cámaras de televisión, redactores, reporteros y gacetilleros, junto a una nutrida representación de militantes republicanos. Felipe Alcaraz, Lolo Silva, Juan de Dios Villanueva, Javier Parra, entre los presentes. Gentes ligadas al PCA , a La República.es, a Unidad Cívica por la República.

A unos pasos, la sede nacional del Partido Popular. Unos metros más allá la casa natal de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española. A tiro de piedra, la plaza de Colón, con su museo de cera y su bandera kilométrica. Tras ella, el barrio de Salamanca, emblema de la derechona más recalcitrante. Ambiente carpetovetónico donde los haya.

A las puertas de la Audiencia Nacional, periodistas y republicanos esperan a un mismo hombre: José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real, miembro de IU, imputado por injurias a la Corona. Los últimos para brindarle solidaridad y apoyo moral, los primeros para saciar su hambre de actualidad, su sed de noticias impactantes, de esas que sirven para escandalizar a las personas de orden y de buen juicio.

Orador pasional, de afilada lengua y magnífica gramática castellana, agitador de masas, Barroso denuncia las corruptelas y los tejemanejes del rey de España, acercando las verdades del barquero al ciudadano común. Cómo si las olas del mar Caribe, atravesando caprichosas el Atlántico, hubieran traído hasta la bahía de Cádiz el aroma chavista que prendió en Venezuela...

Los mercenarios de tertulia radiofónica, los editorialistas que escriben al dictado de sus respectivos consejos de administración, los politicuchos de los partidos dinásticos, se han lanzado como perros de presa sobre el alcalde Barroso, prestos a cobrar la pieza y a recibir la palmadita del monarca. La orden viene desde Zarzuela y desde Moncloa: matar al mensajero, acallar al discordante, denigrar al honesto, enterrar la voz del librepensador.

Entra dentro de la lógica que los coraceros del PPSOE y los profesionales de la desinformación institucionalizada ataquen sin piedad a José Antonio Barroso. Están cumpliendo con uno de lo cometidos que les adjudica el sistema, el sagrado deber de descalificar sin argumentos a cualquier adversario del capitalismo. Lo que me extraña es la entusiasta colaboración de los compañeros de Insurgente.org en el linchamiento mediático del gaditano, copiando y pegando las ”primicias” del Diario de Cádiz, propiedad del grupo Joly.

Extrañas alianzas aparte, Barroso está alcanzando las metas que se marcó cuando estalló el escándalo, en el mes de abril. Socavando los cimientos de la muralla catódica que resguarda a la familia real del ojo público, la República se perfila en el horizonte como un destino más que plausible, aunque lleno de incógnitas sobre la calidad democrática del futuro régimen y el modelo económico-productivo que adoptará.

El órgano judicial encargado de dirimir la responsabilidad penal del regidor portorrealeño, la Audiencia Nacional, es heredera directa del Tribunal de Orden Público franquista. Nacida mediante decreto-ley el 4 de enero de 1977, curiosamente la misma jornada en la que se suprimía el TOP, mantuvo muchas de las atribuciones y competencias de éste, acomodando a gran parte de su plantilla. Sin lugar a duda, se trata de un tribunal de excepción, contaminado hasta el tuétano por razones políticas, creado para juzgar específicamente los delitos de terrorismo individual cometidos por independentistas vascos.

La Audiencia Nacional ha acudido, rauda y veloz, al rescate de la honorabilísima reputación de Juan Carlos de Borbón y Borbón. La libertad de expresión es un camelo, cuando el que la ejerce, descubre la cara oculta de los poderosos, los cadáveres en la trastienda de los mercaderes que asaltan nuestros hogares, con la calidez y la cercanía de los que se saben a salvo de la ley, porque ellos son la ley.

Seguiremos con atención el proceso contra Barroso, que será también un proceso contra el movimiento republicano. Sospecho que volveré a tocar el tema, porque la cosa va a provocar ríos de tinta. Ríos de tinta que anegaran los salones de palacio, atragantando a bufones y a vasallos, arruinando el prestigio de la Monarquía, piedra basal del Estado.

El otro día, en Génova 22, las cámaras enfocaban a José Antonio Barroso, y si acaso, a Felipe Alcaraz. De refilón, distinguí a Armando López Salinas. Con comunistas de su calibre, con españoles de su talla, el mundo parece menos miserable, y la revolución una cumbre menos fiera.

martes, octubre 14, 2008

El gran privatizador


Es un perfecto e impecable padre de familia, pulcro licenciado en ciencias económicas y empresariales, máster en mercados financieros, consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. A su vez, es la cara visible de la contrarreforma privatizadora, emprendida en el campo de la Sanidad Pública por el ejecutivo popular de Esperanza Aguirre.

Juan José Güemes, de eterno traje de chaqueta, melena de león al viento seco de Castilla, de aspecto juvenil, rondando los cuarenta años de edad. Podría ser el protagonista de un culebrón sudamericano, sin necesidad de maquillaje ni de un nuevo fondo de armario. Sólo tendría que modular la voz, imitar el acento de la oligarquía criolla, empaparse del peculiar talante que caracteriza a las clases dominantes al sur del río Grande.

Podría ser un galán de telenovela, pero es un político español, un conspicuo representante de los intereses más carcas del capitalismo nacional. La lideresa le eligió para continuar la magna obra de Manuel Lamela: la destrucción del sistema sanitario público madrileño. Ardua empresa para un implacable neocon.

Allá por los sesenta, la izquierda se dejó el pelo largo. Los melenudos desembarcaron en el imaginario colectivo como inquietantes antisistema, enemigos tanto del imperialismo yanqui como del socialismo real. La rebeldía capilar fue otro más de los claroscuros de aquella década tumultuosa.

Los revoltosos sesenteros acabaron ocupando el poder, en la socialdemocracia o en la derecha conservadora, despojándose de sus ideales de cambio, cortándose el pelo, afeitando o perfilando sus barbas marxistas. Cuando la izquierda española se hizo el harakiri y se disolvió, para sumarse al juancarlismo, los peluqueros hicieron horas extraordinarias, currando a destajo, acicalando a los aspirantes a próceres.

Hete aquí, que la derecha tomó el relevo cabelludo en los últimos compases del siglo XX. El pijerío se dejó crecer el pelo, encargó menos de botes de gomina, se apuntó al rosa y al rojo granate, incluso se colgó el pañuelo palestino al cuelo, disfrazándolo con colorines inofensivos. Palestino marca Armani, complemento de moda en pijos y jipis de saldo.

José María Aznar imitó a sus seguidores jóvenes al dejar la presidencia, luciendo una cabellera desaforada, curtiéndose en el gimnasio, enseñando la tableta de chocolate en las playas de la jet set. Juan José Güemes, a falta de un bigote frondoso, escogió la suerte del felino en la sabana de la villa y corte.

La ética puede concordar con la estética. En el caso de Güemes, los dos parámetros se hunden en la miseria. Quisiera esquilar al consejero autonómico, agarrar unas tijeras de podar y acabar con ese pelucón. Si al igual que Sansón, la fuerza de Güemes reside en la pelambrera, al realizar el acto litúrgico de cortarle el cabello, llevaría a cabo un servicio al hombre, que sólo sería recompensado con plazas y estatuas dedicadas a mi recuerdo.

Reconozco que soy alopécico, que me quedan dos telediarios y medio para quedarme calvo, así que puede que la repugnancia que me provoca el exceso de pelo en la cabeza de tantos peperos, sea sólo fruto de la envidia. Soy un pobre mortal, fieles e infieles lectores. En ocasiones, me pongo violento con estos asuntos peliagudos.

Los sindicatos están boicoteando las visitas protocolarias de don Juan José a los hospitales públicos de Madrid, reprochándole su afán privatizador, estropeando los titulares y los pies de foto del día después. El Gobierno madrileño, que acusa al PSOE y a IU de teledirigir las movilizaciones, ha reaccionado lanzando un vídeo en el que se identifica a cuatro sindicalistas participantes en las protestas, desvelando su categoría profesional y sus datos de afiliación.

CGT, central anarcosindicalista a la que pertenecen varios de los "señalados", ha declarado que interpondrá una querella contra la Comunidad de Madrid por vulneración de los derechos fundamentales de intimidad y de libertad sindical. El otro sindicato afectado, CCOO, también está estudiando la posibilidad de emprender acciones legales.

Uno de los cuatro sindicalistas, Alfredo Díaz-Cardiel, secretario de organización del sindicato de sanidad de CGT, hijo del histórico dirigente comunista Víctor Díaz-Cardiel, ha declarado a los medios que la situación es "una caza de brujas al estilo más rancio de la ultraderecha". No anda desencaminado Díaz-Cardiel.

El Gobierno de Aguirre no ha dudado en infringir las leyes para intentar minimizar la resistencia de los trabajadores del sector sanitario, se ha saltado a la torera el catálogo de derechos fundamentales consagrados en su reverenciada Constitución con una chulería pasmosa. La derecha montaraz atropella las libertades burguesas con la misma facilidad con la que acusa de terrorista a cualquier bicho viviente que no comulgue con sus ruedas de molino.

Acusar a la CGT de actuar en connivencia con el PSOE es un despropósito. CGT es una central sindical independiente, alternativa y diferente, crítica del pactismo de CCOO y UGT, enfrentada al neoliberalismo que practican por igual PP y PSOE. Sólo un analfabeto político puede tragarse absurdidades de este calibre.

La corte de los milagros de Esperanza no tolera la actitud radicalmente democrática de aquellos que se oponen a la privatización de la Sanidad. Son todavía pocos, un puñado de mujeres y hombres de la mejor casta del obrerismo español, ciudadanos correosos que defienden el sistema sanitario público como uno de los pilares del Estado del Bienestar. El social-liberalismo no levanta ni un dedo por la Sanidad de todos, es más, colabora activamente en su aniquilación.

A Juan José Güemes no hay necesidad de mentarle al padre, como solemos hacer en estas tierras, basta con mentarle al suegro. Porque Güemes tiene un suegro que parece sacado del Chicago de los años 30, o de la prolífica imaginación de Mario Puzo: Carlos Fabra, presidente de la Diputación provincial de Castellón, cargo que ocuparon en el pasado numerosos miembros de su familia, imputado en varios procesos, refugiado a perpetuidad tras unas gafas de sol que contribuyen a acentuar su aspecto mafioso.

Las comparaciones son odiosas, pero valen para medir la catadura moral de unos y de otros. Comparen ustedes las respectivas trayectorias de Víctor Díaz-Cardiel y de Carlos Fabra, padre y suegro de dos de los protagonistas de este comentario. Víctor pasó varios años en las prisiones franquistas, Fabra es hijo de un jerarca del régimen encarcelador. Sobran las palabras.

Mientras existan tipos como Güemes (o como el padre de su señora esposa) en puestos de responsabilidad política, este país y este planeta seguirán abonados al desastre, a la corrupción y a la ignominia. Después de las barbaridades que hacen, les siguen votando. Vivan las caenas.

Ellos privatizando, que es gerundio. Y nosotros, afilando las tijeras...

jueves, octubre 09, 2008

Rincón del invitado: Antonio Moreno Vázquez


Hoy, 9 de octubre de 2008, se cumplen 41 años del asesinato de Ernesto Che Guevara. En esta ocasión, no quiero ser yo el que les hable del Che. Le cedo el turno a mi querido amigo Antonio Moreno Vázquez, gaditano guasón, comunista incansable, futura gloria del Carnaval.

Antonio me envió este poemita, en sus propias palabras, mediante correo electrónico, el 18 de marzo del natural. Ahora, con el correspondiente permiso del autor y en fecha tan señalada, os dejo que lo disfrutéis:

Pasadoble al Che

Ernesto “Che ” Guevara
queremos recordarte
el último viaje
que tú pudiste dar,
la selva boliviana
tu último destino, fin de tu caminar.

Un día ocho de octubre
bajo el fuego enemigo
combatiendo en la selva
caíste al suelo herido
hace cuarenta años
te llevan detenido, cansado y malherido.

Fue tu causa buscar una bandera
romper las fronteras para redimir
liberando de la tiranía
a la clase oprimida cogiste el fusil.

Tu idea fue seguir, no parar hasta el fin
un grito de rabia
la libertad de los pueblos
dignidad para vivir, esa causa justa
liberación para los nuestros.

Dignidad para vivir
si no mejor morir
vive al día siguiente acaban contigo
los boinas verdes dieron los tiros.

Matan a un hombre
naciendo un mito
hoy tu bandera encontró destino
muchos países se abren camino
este homenaje hoy te rendimos.

Posdata: La imagen que acompaña esta entrada fue tomada por el fotógrafo César Lucas el 14 de junio de 1959, durante la brevísima estancia del comandante Guevara en Madrid.

miércoles, octubre 01, 2008

Carta a Paul Newman, sin acuse de recibo


A la atención del señor Paul Newman, residente en algún rabo de nube sobre la inmensidad de California .

Estimado Paul:

Perdona la familiaridad con la que te trato, perdona el tuteo, pero te conozco desde hace mucho. Tú no tenías ni idea de mi existencia, pero eso no importa. Sólo soy uno entre millones, un simple y minúsculo admirador de tu trabajo, un fan de tu manera de actuar, uno más...

Un certero cáncer de pulmón ha acabado contigo. La enfermedad del nuevo milenio ha finalizado con éxito la misión en la que otros muchos fracasaron. Forajidos descarriados, pistoleros desalmados, matones sin escrúpulos, mujeres fatales y exquisitas, intentaron matar a Paul Newman, y se quedaron con las ganas.

El cáncer domó al Indomable, la muerte encontró al Buscavidas, de un Golpe te derrotaron, mago de la interpretación. Muchos crecimos viéndote en las pantallas, los veteranos en los cines de barrio, los jóvenes rescatándote de las madrugadas televisivas, descargando tus películas de las maravillosas redes p2p, tan denostadas por la inevitable progresía.

La maquinaria de sueños de Hollywood rentabilizó tu genio, ganó dinero a mansalva con el ídolo Newman, para luego relegarte al baúl de los recuerdos, como les sucedió a bastantes de tus compañeros de profesión. Las luces de neón se apagaron de repente, y os dejaron en la tiniebla, con el único consuelo de saber que el público seguía queriéndoos.

Marlon Brando, James Dean, Montgomery Clift, Paul Newman, cuarteto inolvidable de rebeldes dentro y fuera del cinematógrafo, personajes complejos y atormentados, hombres enfrentados al falso oropel de la industria, conciencia crítica de los estadounidenses. Fuiste el más discreto de los cuatro, has muerto octogenario y casado con la misma mujer durante cincuenta años, la sin par Joanne Woodward.

Amante de la velocidad y del automovilismo, tuviste más suerte que Dean o que Montgomery, no perdiste la vida ni te destrozaste el rostro en un accidente de tráfico. Tus últimos años no fueron tan amargos como los de Brando, tu primer gran rival en el firmamento hollywoodiense.

Supiste deshacerte pronto del estereotipo de inadaptado, conduciendo tu carrera con madurez y acierto, patinando sin que se notara, sin hacer ruido. La pareja de oro que formaste junto a Robert Redford nos proporcionó escenas únicas, revolucionando el western, incitándonos a estafar al ritmo de la melodía de Scott Joplin*.

Stan Laurel-Oliver Hardy, Orson Welles-Joseph Cotten, James Stewart-Henry Fonda, John Wayne-Robert Mitchum, galería legendaria de duetos, en la que tú y tu amigo Robert ocupáis un lugar destacado.

Envejeciste con dignidad, sufriste con la pérdida de tu primogénito a consecuencia de una sobredosis de estupefacientes, ejerciste la filantropía allá donde se te necesitaba, pilotaste coches hasta casi el final, estableciendo récords y rompiendo límites. Paul Newman, actor de raza, ciudadano insigne de los Estados Unidos, galán rompecorazones de ojos azules, te marchaste al infinito.

Menos mal que nos quedan tus películas, querido Paul.

*Scott Joplin (1868-1917) fue un compositor usamericano, pionero de la música negra, autor de The Entertainer, que luego sería el tema central de la banda sonora de El Golpe (George Roy Hill, 1973), cinta básica en la filmografía de Paul Newman.