lunes, noviembre 26, 2007

Por un puñado de piscinas

Lo malo de la izquierda americana es que traicionó para salvar sus piscinas. Y no hubo unas derechas americanas en mi generación. No existían intelectualmente. Sólo había izquierdas y estas se traicionaron. Porque las izquierdas no fueron destruidas por McCarthy; fueron ellas mismas las que se demolieron dando paso a una nueva generación de nihilistas.
(Orson Welles)

Bastantes décadas habían transcurrido desde la delación. Algunos creían que su actitud canallesca ante el Comité de Actividades Antiamericanas había sido olvidada. Pero, finalmente, Elia Kazan no pudo disfrutar de su Óscar honorífico en olor de multitudes. Se le abucheó, una parte del público presente en la ceremonia no se dignó a aplaudirle, volvieron a resucitar sus víctimas, marginadas y perseguidas desde su confesión. Corría el año 1999, Kazan tenía 89 años y era uno de los últimos supervivientes de aquella tragedia usamericana: la caza de brujas, el maldito macartismo.

Abraham Polonsky también continuaba vivo. Su carrera quedó destrozada tras negarse a denunciar a sus compañeros. En este caso, la dignidad prevaleció sobre el miedo. Polonsky pudo haber sido uno de los grandes maestros del cine negro, pero la industria le vetó hasta finales de los sesenta, cortando de raíz una prometedora trayectoria. Vivió lo suficiente para contemplar, horrorizado, la entrega de la estatuilla a Kazan.

La mejor película de Abraham Polonsky es La Fuerza del Destino (1948), protagonizada por John Garfield, astro de la pantalla y hombre de simpatías izquierdistas. Machacado por los macartistas, tampoco delató, lo que le costó incluso la vida. Apartado de los rodajes, murió de trombosis el 21 de mayo de 1952, a los 39 años.

Sin ningún género de dudas, la irrupción del senador Joseph McCarthy en el panorama político de los EEUU supuso un verdadero cataclismo para la cultura y la vida artística del Imperio. Ya, desde los últimos compases de la Guerra Mundial, la paranoia anticomunista se había instalado en la agenda política de las élites de Washington. Una paranoia fomentada por el denominado Comité de Actividades Antiamericanas, formado en el seno de la Cámara de Representantes para combatir el nazismo en 1938, y que acabó siendo utilizado para cercenar los derechos civiles de miles de ciudadanos.

El FBI, la agencia federal de investigación, espiaba a representantes de todos los sectores de la vida nacional. Su Director, J. Edgar Hoover, un homosexual oculto y reprimido, de ideología ultraderechista y sonados vínculos con el capo mafioso Meyer Lansky, se convirtió en árbitro de la política usamericana durante cerca de cincuenta años (1924-1972). Hoover llegó incluso a investigar a Albert Einstein, un pacifista convencido, desilusionado tras los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, teórico del socialismo para la revista Monthly Review. Otra de las obsesiones de Hoover fue la familia Kennedy: desde el patriarca Joe a los hijos Joe Jr, JFK, Bobby y Ted.

El Comité comenzó su cacería anticomunista en 1947, centrándose en la industria cinematográfica, llamando a declarar a actores, productores, directores, guionistas. Desde un principio, los inquisidores encontraron una fértil colaboración en los grandes magnates de Hollywood, cómo Jack Warner, en realizadores cómo Cecil B. de Mille, o en intérpretes cómo Robert Taylor, Gary Cooper o Adolphe Menjou. Tampoco pudo desaprovechar esa oportunidad un actor de medio pelo y menos escrúpulos, Ronald Reagan, presidente del Sindicato de Actores y miembro entonces del partido demócrata.

Lo que el Comité quería saber era si tal o cual persona había pertenecido en alguna ocasión al Partido Comunista, lo que equivalía a considerarlo cómo un traidor a la patria, agente de la Unión Soviética. Si el investigado, daba nombres de otros comunistas o ex comunistas, se le perdonaba su antigua militancia. Si no daba nombres, si no delataba a nadie o simplemente se acogía a la Primera Enmienda y declinaba declarar, las consecuencias podían ser terribles.

Los Diez de Hollywood (ocho guionistas: John Howard Lawson, Dalton Trumbo, Albert Maltz, Alvah Bessie, Samuel Ornintz, Herbert Biberman, Ring Lardner Jr. y Lester Cole; el productor Adrian Scott y el director Edward Dmytryk) decidieron no traicionar a sus antiguos camaradas, siendo condenados por ello a un año de cárcel. La estancia entre rejas ablandó la moral de Edward Dmytryk, que acabó cantando ante el Comité, pudiendo retomar su carrera, llena de éxitos a partir de entonces.

Tampoco Sterling Hayden, inolvidable protagonista de La Jungla de Asfalto (John Huston, 1950) y de Atraco Perfecto (Stanley Kubrick, 1956), pudo resistirse a los cantos de sirena de los cazadores de brujas. Miembro efímero del Partido Comunista, denunciante de varios amigos suyos, amargamente arrepentido después. Enmierdado de por vida, cómo escribió en sus memorias, su vida se fue apagando, lejos de las salas de cine.

Los directores Robert Rossen y Elia Kazan, ex militantes del CPUSA (Partido Comunista de los Estados Unidos), resistieron en un primer momento la acometida macartista, cediendo a la presión del Comité posteriormente. Uno de los miembros de ese Comité era el abogado Richard Nixon.

Kazan y Rossen pudieron continuar su trabajo, legándonos obras maestras cómo El Buscavidas(Robert Rossen,1961) o Al este del Edén (Elia Kazan,1954). Nunca se arrepintieron de su traición, por lo menos en público.

La caza de brujas empujó al exilio a directores cómo Charles Chaplin, John Huston, Joseph Losey o Jules Dassin, y negó el sustento a guionistas cómo Dalton Trumbo y a actores cómo Zero Mostel, extendiéndose poco a poco, cómo una telaraña infame sobre el territorio usamericano.

Los esfuerzos de J. Edgar Hoover dieron sus frutos cuando el científico Robert Oppenheimer, padre del Proyecto Manhattan (*), cayó en desgracia, convirtiéndose él también en delator. La misma manía persecutoria acabó enviando a la silla eléctrica al matrimonio Rosenberg. Esta estrategia, destinada a socavar los cimientos de la intelectualidad socializante usamericana, expulsó también al dramaturgo Bertolt Brecht, tras declarar que nunca había formado parte del CPUSA.

Quisiera detenerme en la figura de Jules Dassin. A diferencia de Kazan, él no delató, no traicionó, no denunció, no vendió a los suyos, abandonando por ello su país. Autor de obras maestras tales cómo Fuerza Bruta(1947), La ciudad desnuda (1948), Noche en la ciudad (1950) o Rififí (1955), padre del cantante Joe Dassin y esposo de la actriz y política griega Melina Mercouri, cumplirá 96 años el próximo once de diciembre. Hollywood nunca lo ha recordado cómo se merece, continúa olvidado, borrado de la intrahistoria de aquel rincón de California.

Joe McCarthy, gay homófobo al igual que Hoover, que no participó directamente en el Comité de Actividades Antiamericanas, fue destituido en 1954. El presidente Eisenhower consideró que había llegado demasiado lejos, ya no era necesario aquel mostrenco sudoroso, ya el rojerío estaba vencido. Al fin y al cabo, McCarthy resultó también un muñeco roto de la oligarquía yanqui, consumiéndole el cáncer en 1957.

La meca del cine nunca volvió a ser la de aquellos años, en los que un grupo de locos decidió poner el celuloide al servicio de las grandes mayorías. La caza de brujas exterminó los sueños de toda una generación, arruinando el propio futuro de los EEUU.

Para salvar sus piscinas, algunos renunciaron a lo mejor de sus vidas, embarraron para siempre sus destinos, dejaron en la cuneta a amigos y parientes. Perdió la conciencia, ganó el bolsillo. Uno, que no es nadie para dar lecciones, no sabe lo que hubiera hecho en su lugar, pero si conoce que hubo otros que se mantuvieron firmes, frente a la ignominia.

(*)El Proyecto Manhattan era el nombre en clave de un proyecto de investigación científico llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial por los Estados Unidos con ayuda parcial del Reino Unido y Canadá. El objetivo final del proyecto era el desarrollo de la primera bomba atómica. La investigación científica fue dirigida por el físico Julius Robert Oppenheimer mientras que la seguridad y las operaciones militares corrían a cargo del general Leslie Richard Groves. (Fuente:Wikipedia)

miércoles, noviembre 21, 2007

Cayetano Bolívar, un soñador para un pueblo

La patria es un sentimiento del que suelen jactarse los señoritos. Cuando llegan los trances, los señoritos la invocan y la venden. El pueblo la compra con su sangre y no la mienta siquiera.
(Antonio Machado)

Muchos años atrás, ante el pelotón de fusilamiento, el ginecólogo Cayetano Bolívar, repasó su vida en décimas de segundo, recordando a los suyos, a su esposa, a sus hijos, a sus camaradas del Partido, a todos los trabajadores españoles. Seguro que tampoco olvidó a sus enemigos, los enemigos de la clase obrera, que se disponían a arrancarle el alma a tiros, aquel día del verano de 1939.

El único delito cometido por Cayetano Bolívar Escribano, fue la defensa insobornable de los intereses y de las luchas del proletariado español.

Según establece el certificado de defunción expedido a su nombre, nació en Frailes (Jaén) en 1897. Otras fuentes señalan el también pueblo jiennense de Mancha Real cómo lugar de nacimiento de Bolívar. Su familia tenía posibles, cómo se decía antiguamente, demostrándolo el hecho de que los hijos varones estudiaron todos una carrera.

Cayetano decidió cursar medicina en la Universidad de Granada, eligiendo la especialidad de ginecología. Allí, en un hospital de la ciudad, conoció a la enfermera almeriense Piedad Vicente, con la que se casaría posteriormente.

Durante el año 1924, realizó una ampliación de sus estudios en Alemania, debido a los excelentes resultados académicos que obtuvo, reflejados en su expediente. Al año siguiente, una vez de vuelta en Andalucía, se afilia al Partido Comunista de España (PCE), entonces una organización minoritaria y clandestina, fuertemente reprimida por la Dictadura del general Primo de Rivera.

Instalado en Málaga, se dedicó a ejercer su profesión, atendiendo las necesidades de las barriadas populares del Perchel, El Bulto o La Trinidad. En su finca de Vistahermosa, en el Valle de los Galanes, nacieron sus tres hijos: Expectación, Sol Diana y Cayetano. En este mismo emplazamiento creó un sanatorio de beneficencia en 1928, trabajando junto con él, destacados médicos republicanos y socialistas.

Compatibilizando la militancia comunista con la masonería, miembro del Comité Provincial del PCE e integrante de la logia Pitágoras. Su condición de masón no era del agrado de las nomenklatura comunista, pero Bolívar siempre mantuvo una absoluta independencia de criterio en este y en otros aspectos de su trayectoria.

Candidato no electo en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, las mismas que dieron al traste con la podrida Restauración alfonsina y que permitieron la implantación de la Segunda República. De nuevo candidato, en las elecciones a Cortes Constituyentes, detenido por su supuesta implicación en la quema de conventos, represaliado por las nuevas autoridades, que combatían con saña al PCE y al movimiento anarquista.

A finales de 1931, la familia se traslada a Villa de Don Fadrique, un municipio campesino, situado a 70 kilómetros de Toledo. Escapando de las fuertes presiones de la burguesía malagueña, vino a parar a un pueblo profundamente revolucionario, con un núcleo comunista de cierta importancia.
Las huelgas, y la subsiguiente respuesta violenta de las fuerzas del orden, se sucedían vertiginosamente.

Hecho preso por la Guardia Civil, que obedecía directamente a los terratenientes de la localidad, conducido al penal de Toledo, al igual que decenas de jornaleros. En aquella cárcel permaneció por espacio de 17 meses, hasta los comicios de 1933, en los que fue elegido diputado.

Encerrado todo aquel tiempo, se dedicó a formar ideológicamente a sus compañeros de infortunio, a la vez que traducía del alemán los clásicos del marxismo, con lo que sacaba algún dinero para mantener a su gente.

Número uno de la candidatura comunista por Málaga en las elecciones legislativas del 19 de noviembre de 1933, seguido del novelista peruano César Falcón (amigo entrañable del Amauta José Carlos Mariátegui y padre de la futura dirigente feminista Lidia Falcón) y de la enfermera Concepción López.

Sorprendentemente, Cayetano Bolívar fue el candidato más votado en la capital malagueña. Aún así, al no haber obtenido ningún candidato el 40% de los sufragios, se organizó una segunda vuelta para el 3 de diciembre, tal y cómo marcaba la ley .

Las derechas pronto se agruparon en la Coalición Antimarxista. Las agrupaciones malagueñas del PSOE, del Partido Radical-Socialista y de Acción Republicana, decidieron unirse de cara a la segunda vuelta, invitando al PCE a hacer lo mismo.

Contradiciendo las instrucciones de la Internacional Comunista sobre la negativa a forjar alianzas con el socialfascismo, el PCE de Málaga decide aceptar el ofrecimiento, formando parte del Frente Único Antifascista. Esta operación, que se adelanto en dos años a la consigna estalinista de los Frentes Populares, contó con el visto bueno del secretario general del Partido, el panadero sevillano José Díaz.

Gracias a la política unitaria y antisectaria de la izquierda malagueña, se pudo derrotar a la derecha en el combate electoral, resultando elegidos diputados Bolívar, Aurelio García Ramos (radical-socialista), y Antonio Fernández Bolaños (socialista). Cayetano conoció la noticia en la cárcel.

Liberado de prisión, al obtener el acta de diputado, Cayetano Bolívar daba un vuelco a su cotidianeidad, convirtiéndose en el primer diputado comunista de la historia de nuestro país.

Desde las Cortes, dominadas por la reacción, Bolívar representó los afanes y deseos del pueblo llano frente a la hipocresía sangrienta de los nuevo amos de la República. Lerrouxistas y cedistas, grandes triunfadores en las urnas, se dedicaron a desmontar las reformas y las medidas del bienio progresista, ciertamente insuficientes pero excesivas para la burguesía, la nobleza y la Iglesia.

Hijo él también de la burguesía rural, pero consciente de las necesidades de sus compatriotas, supo sacar de sus casillas a los oradores de pacotilla que inundaban el Congreso, esa charca pestilente, cómo la definió Bolívar en más de una ocasión. Usando una dialéctica algo agresiva, frente a los que mataban a los obreros en las calles, burlándose de las zarandajas del lenguaje parlamentario, poniendo en más de un brete a José María Gil Robles, líder de la CEDA, y aspirante a caudillo fascista.

Nunca tuvo las buenas maneras de un Julián Besteiro ni la impecable vestimenta que lucía José Antonio, sin embargo, su voz fue la voz de los obreros y de las obreras que soportaban en sus espaldas el peso de una plutocracia infame. Soportó el acoso y las burlas de los diputados derechistas, recriminó la actitud conciliadora y reformista de algunos socialistas, preocupándose siempre de la suerte de los presos políticos revolucionarios, ya fueran del PCE, del PSOE o de la CNT.

Su labor parlamentaria fue ardua, difícil y admirable, imagino que Bolívar no se encontraría muy a gusto en aquella cueva de Alí Babá. Sus panegíricos prosoviéticos (algo exagerados pero explicables en aquella época) le enfrentaron al diputado cedista Ramón Ruiz Alonso, posterior responsable de la detención y muerte del poeta García Lorca.

Tras la Revolución de octubre de 1934, Bolívar fue marginado y vilipendiando en el hemiciclo, ante la alborozada satisfacción de las derechas y la entusiasta colaboración del presidente y del vicepresidente de la Cámara.

Cuando los escándalos de corrupción afectaron al gobernante Partido Radical, salpicando al mismísimo presidente del consejo de ministros, Alejandro Lerroux, el diputado comunista no dejó pasar la oportunidad para recordar que capitalismo y corrupción son hermanos gemelos. El capitalismo engendra corrupción, y la corrupción engendra capitalismo. Sin cierto nivel de corrupción el sistema capitalista no puede funcionar. Con cualquier tipo de corrupción, un proceso anticapitalista fracasa.

El bienio negro destruyó los cimientos de la República, preparando la vía fascista, que se adivinaba en los discursos de agrarios, monárquicos y falangistas, ávidos de un caudillo. Las izquierdas, desde la pequeña burguesía azañista hasta el anarcosindicalismo, comprendieron esto enseguida. No quisieron que en España se impusiera la receta alemana, por la cual el nazismo había arrasado en las urnas, siendo llamado a formar gobierno.

Para ello, se levantaron en Asturias, dispuestas a defender las conquistas sociales del primer bienio, dispuestas a acelerar los cambios que necesitaba este país. Los legionarios de Franco cortaron de raíz aquella huelga revolucionaria, sembrando el terror por tierras del norte.

Las izquierdas decidieron unirse en el denominado Frente Popular, que venció en las elecciones del 16 de febrero de 1936. El PCE logró 16 diputados en esta ocasión, con lo cual Bolívar quedó descargado de actividad parlamentaria, ya que otros 15 compañeros y compañeras podían defender también las propuestas del PCE.

La República del Frente Popular, dirigida por los republicanos de izquierda, y en la que los comunistas tenían poca influencia, era demasiado roja para los poderes fácticos. No podían tolerar una España distinta a la que ellos habían usurpado durante siglos.

La España Imperial, la España de Isabel y de Fernando, la España caduca y legañosa, se alzó en armas el 18 de julio de 1936. Nunca nada sería lo mismo. Las culatas de los fusiles impondrían la verdad de Cristo, del Cristo secuestrado por una Iglesia Católica golpista y mentecata.

Cayetano Bolívar fue nombrado Comisario de Guerra del sector de Málaga, el 28 de noviembre de 1936. No desempeñó el cargo con su habitual eficacia, la guerra le superó, política y personalmente. Se vio envuelto en las sucias divisiones y querellas entre socialistas, comunistas y anarquistas.

Málaga cayó en manos fascistas el 8 de febrero de 1937, siendo procesados a continuación por el Consejo Superior de Guerra (republicano) los responsables militares de la defensa de la ciudad. Para poder procesar a Bolívar, se requería de la autorización de las Cortes, ya que continuaba siendo diputado. Finalmente, al cabo de los meses, la Diputación Permanente de Cortes rechazó el suplicatorio, y Bolívar no fue procesado.

Después de un período en Villa de Don Fadrique, Bolívar se trasladó a Jaén, donde ocupó el cargo de Director de Sanidad. Cuando las tropas fascistas se acercaban a la capital del Santo Reino, Bolívar huyó en coche por la carretera de Granada, pero ya era demasiado tarde. Capturado en Baza, fue llevado a la cárcel granadina.

En Granada, en su cementerio municipal, que descansa sobre el Cerro de la Sabika, justo encima de la Alhambra; murió Cayetano Bolívar Escribano el 4 de julio del 39. La guerra civil ya había concluido. Francisco Franco era ya el amo de los destinos de España. Era la hora de la Victoria.

Tremebundo verano el de 1939. Sólo un mes más tarde que Bolívar, caerían asesinadas en Madrid las 13 Rosas Rojas, acompañadas de otros 43 militantes varones de las JSU. Verano caluroso, impregnado de pólvora, el terror en sumo grado.

El día que le iban a matar, Cayetano Bolívar, revolucionario andaluz, supuesto descendiente del Libertador de América, médico del pueblo, burgués con conciencia de clase proletaria, sintió el aliento fétido de la Granada negra. La misma ciudad, la maldita y bendita ciudad, donde había estudiado, donde había encontrado el amor de Piedad, el terruño donde la muerte le encontró a él.

Sólo tenía 42 años. Pagó caro el atrevimiento, la osadía, el desafío a unas castas y unas élites, a un monstruo fatal que, hoy, casi setenta años después, todavía nos ahoga.

*La mayor parte de los datos de este post están sacados del espléndido ensayo Cayetano Bolívar. Su trayectoria política, publicado por la historiadora Encarnación Barranquero Texeira, en la Colección Biblioteca Popular Malagueña, del Servicio de Publicaciones de la Diputación de Málaga.

sábado, noviembre 17, 2007

jueves, noviembre 15, 2007

Anatomía de un Borbón (y de los suyos)


Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan, no, ni son españoles ni son defensores de los intereses del país. (José Díaz , secretario general del PCE desde 1932 hasta 1942)

Estaba esperando a que mi amigo Juan Pablo me recogiera con el buga cuando descubrí la noticia en el portal Google News. No me lo podía creer: el rey de las Españas saltándose el guión establecido, enfrentándose directamente a Hugo Chávez; y el presidente del talante ejerciendo de mamporrero del Bigotes, si, del mismo que lo pone a caldo cada vez que huele un micrófono.

Patriotismo de empresa, sucio y vil patriotismo de empresa. La campechanía borbónica, tan publicitada por sus aduladores, se resquebrajó en aquel instante. La posición ideológica de Rodríguez ZP quedó más clara que el agua, demostrando que tiene de socialista lo que yo tengo de cura. Sosomán salió raudo y veloz a defender el honor mancillado de Aznar, luciendo de paso una descomunal miopía eurocentrista (por no llamarla racista directamente) al afirmar que ”hasta Carlos Marx era europeo”.

Sí, amigo José Luis, Carlos Marx era europeo, al igual que lo fueron Adolfo Hitler, Benito Mussolini o Antonio de Oliveira Salazar. Y también era europeo ese generalito panzón y paticorto, culpable directo del fusilamiento de tu propio abuelo, el capitán republicano Juan Rodríguez Lozano. Francisco Franco, me parece que se llamaba. Todavía vive gente que tiembla al escuchar su nombre.

Sin embargo, dice el rumor que delante de Su Majestad no se puede insultar a Francisco Franco. Es de bien nacidos el ser agradecidos, dice el refrán. Y no podemos olvidar que Juan Carlos le debe el trono al Caudillo, hay que recordar que el 23 de julio de 1969 en el Palacio de las Cortes el actual monarca juró los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, de rodillas ante Franco. El propio padre del rey, Juan de Borbón y Battenberg, nunca se lo perdonó.


Traicionando a su familia, atropellando los derechos sucesorios de su progenitor, marginando al carlismo, dorándole la píldora al Generalísimo, Juan Carlos acabó ocupando la Jefatura del Estado. Nacía así la Monarquía del 18 de julio, legitimada por una asonada militar que acabó con la vida de un millón de españoles, y que expulsó a cientos de miles de ellos al destierro. Juan Carlos I, rey de los vencedores de la guerra civil.

Ungido por uno de los pocos líderes fascistas supervivientes de la Segunda Guerra Mundial, bendecido por las altas instancias del Imperio, aceptado por los dirigentes de la izquierda antifranquista (que no por las bases), Juan Carlos de Borbón cruzó su particular Rubicón la madrugada del 24 de febrero de 1981, cuando, con el uniforme de Capitán General encima del pijama, en una alocución televisada, paralizó el extraño golpe de estado iniciado en la tarde del 23.

Mucho se ha comentado sobre la actuación del rey en esta trama. Es preciso señalar que dos de las cabezas del putsch, los generales Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch siempre fueron hombres de absoluta confianza del Borbón. También se ha dicho que la respuesta real al tejerazo llegó muy tarde. Lo que es indudable es que tras el 23 F, Juan Carlos se autolegitimó personalmente ante el pueblo español, desligándose de la figura sangrienta del gallego.

De un plumazo, ante aquellas cámaras de televisión, se finiquitaba el franquismo sin Franco en la consciencia colectiva de los españoles, dando paso al consabido juancarlismo. Las apariencias engañan. Las mentiras prefabricadas desde el poder para convencer a un pueblo sumiso y derrotado, tras cuarenta años de infamia, funcionan perfectamente desde entonces.

Por fin, en la Cumbre Iberoamericana, el Borbón se soltó la melena, reprendiendo al rebelde Chávez, ordenándole que cerrara la boca y que dejara a Zapatero amparar a su antecesor en Moncloa. Me quedé a cuadros, atónito, desconcertado, al descubrir que Juan Carlos sabía pensar y emitir sonidos por sí mismo, sin necesidad de un escribiente de discursos ad hoc. Que profundidad de análisis, que capacidad de sintetización. ¿Por qué no te callas?, en estas cinco palabras viene condensado el ideario reaccionario español que tanto daño a hecho a la misma España.

Las hordas fascistas también callaron a Federico García Lorca, llenando su cuerpo de plomo, enterrando su cadáver junto a los de un maestro cojo y dos banderilleros, tan cerca de Aynadamar, la Fuente de las Lagrimas. Las mismas escuadras infernales obligaron a Antonio Machado a cruzar la frontera, para que se acabara muriendo en Colliure, de pura pena.

Estos señoritos, sombríos y repeinados, internaron a Miguel Hernández en Alicante, hasta que se lo llevó la tubercolosis, arrebatándonos a la más joven de nuestras glorias nacionales. Que manía la de hablar más de la cuenta, que manía esa de luchar por los trabajadores y por los pueblos de esta piel de toro. Manía que pagaron con sus vidas Julián Zugazagoitia, Joan Peiró o Lluís Companys, figuras ilustres entre el frío anonimato de las tapias blanqueadas, dispuestas a recibir el rojo sangre de miles de locos que no quisieron callar.

25 años de paz, 25 años de Victoria, 25 años de crímenes impunes. 1963, ya era ministro Manuel Fraga Iribarne, aquel al que le cabía el Estado en la cabeza, amén de otras pequeñeces cómo el dinero de los fondos reservados que le pasó su compinche Felipe en los 80. Los franquistas reformistas presumían del turismo escandinavo, de la belleza de nuestras playas, de la magnificencia de nuestra gastronomía. Mientras, en lo oscuro, la Brigada Político Social detenía al dirigente comunista Julián Grimau, lo apalizaba con saña, tirándolo por la ventana del segundo piso de la Dirección General de Seguridad, en plena Puerta del Sol*.

Grimau acabó siendo fusilado por jóvenes soldados de reemplazo, que no lograron acabar con su existencia tras 27 disparos, obligando al teniente que mandaba el pelotón, a rematar a Julián con dos tiros en la cabeza. La misma suerte correrían tiempo después los anarquistas Francisco Granado y Joaquín Delgado. Así sellaba las gargantas de los disidentes aquella dictadura terrorista, dictadura que jalean Mayor Oreja o Pío Moa.

Frente a la subversión, el frío acero de una bala. Frente a la lucha sindical, la prisión y la tortura. Frente al libre pensamiento, el camino del exilio. Cuatro décadas ominosas, en las que los obreros españoles aprendieron a callar, a hablar poco y mal.

Te pregunto, Juan Carlos de Borbón y Borbón, Borbón por los cuatro costados de tu esqueleto, ¿Por qué, no mandaste callar nunca a Francisco Franco? ¿Porqué no levantaste tu voz gangosa para condenar alguno de sus innumerable asesinatos?

La respuesta es muy simple: Tú formabas parte de aquel régimen represor, eras un importante eslabón dentro del nacionalcatolicismo, fuiste un jerarca del franquismo.


En el sepelio de tú Caudillo y protector, conociste a otro carnicero de infausto recuerdo: Augusto Pinochet Ugarte. Un 11 de septiembre, pero de 1973, lanzó un vendaval de fuego sobre La Moneda, dejándonos sin Salvador Allende. Sus sicarios, torvos y malditos cómo alimañas, mutilaron a Víctor Jara, antes de descargar sobre su cuerpo incompleto su rabia explosiva. Chile quedó herido, por los siglos de los siglos.

Otro de tus colegas de cumbres y saraos, Hassan II, al que le regalaste descaradamente el Sáhara Occidental, calló para siempre a Mehdi Ben Barka , la mente más brillante de la izquierda marroquí, disolviendo su carne muerta en ácido. Lo llamabas hermano, y al canalla de su hijo lo llamas sobrino.

¿Qué me dices de Felipe González Márquez? Os llevabais de lujo, de puta madre diría yo ¿Has oído hablar alguna vez de las siglas GAL? Te refresco la memoria, Juancar, para otro día no olvides los rabillos de pasas: Los GAL, banda terrorista gubernamental, financiada a costa de los fondos reservados del Ministerio del Interior, responsable de muertes, secuestros y atentados.Guerra sucia contra ETA, Santiago Brouard, José Amedo, Enrique Rodríguez Galindo, José Barrionuevo, Rafael Vera, Segundo Marey, Lasa y Zabala ... nombres y más nombres, grabados en cal viva en el debe histórico del PSOE.

Del protagonista implícito de esta bronca no hay que mencionar mucho. Todos conocemos su currículum vitae, su evolución perfectamente lógica, desde el falangismo revolucionario hasta el neoliberalismo españolista. Sus hazañas bélicas, propias de un gris inspector de Hacienda con delirios de grandeza, socavan el futuro de Irak, segundo a segundo, bajo el fragor de los coches bombas y de las botas de los marines usamericanos.

Cuidadito con ese Hugo Chávez. Es cómo un volcán en ebullición, es el rostro de Nuestra América, un peligro estructural para todos vosotros, señores de la guerra y del mercado. Cuando lo veo en acción, veo el fusil estrellado de Guevara, oigo la palabra libre de Allende, reconozco la furia indomable del Caballo. Es negro cómo Sankara, chino cómo Mao, sabio cómo el tío Ho, una Pasionaria con cojones, un Vladimir Lenin sin perilla. Me emociona y me entusiasma, me encanta que le tengáis tanto miedo, es vuestra antítesis, vuestra némesis.

Mañana, cuando el pueblo en armas tome vuestros Palacios de Invierno, nadie podrá callar a un semejante, porque a nadie le quitarán su voz. Ni dioses, ni amos, ni reyes.

*Esta técnica la repetirían en 1969 con el estudiante Enrique Ruano, esta vez desde un séptimo piso.

martes, noviembre 06, 2007

Sorpresas te da la vida

Pedro Navaja matón de esquina
quien a hierro mata a hierro termina
(Rubén Blades y Willie Colón)

Flipé en colores cuando la encontré. Me sorprendió, y creo que no seré el único sorprendido cuando ustedes la lean. Carta a Fidel Castro, por Camilo José Cela. Agárrense los machos (y las hembras).

Fechada el 2 de marzo de 1965, en los primeros y míticos años de la Revolución Cubana, cuando todavía la intelligentsia socialdemócrata babeaba ante las barbas de Fidel, años antes del caso Padilla, que selló el divorcio entre la intelectualidad progresista y el movimiento socialista cubano.

Dirigida al Comandante Fidel Castro, Primer Ministro de la República de Cuba, escrita en el hotel Habana Riviera, sito en el Malecón. El remitente, Camilo José Cela, español de 48 años, casado y con un hijo, de profesión escritor y miembro de la Real Academia Española de la Lengua.

Según cuenta, aquella fue su primera estancia en la isla, invitado cómo jurado del Premio Casa de las Américas de novela. Completaban la terna de jueces José Lezama Lima, Mario Vargas Llosa, Jaime Sabines y Edmundo Aray. El premio quedó desierto, finalmente.


Cela Trulock se dirige al Comandante en Jefe, solicitándole que "vivifique la voz Hispanoamérica (y su correspondiente adjetivo hispanomericano)", señalando además que Fidel es "en todo el mundo de habla española, en todo el mundo hispánico, la única persona que puede hacerlo con eficacia y sin herir susceptibilidades de nadie", ya que "Cuba, habla español, vive y sufre y trabaja y pelea y ama y muere en español".

El gallego de Iria Flavia no duda un momento en denunciar el término Latinoamérica ya "que fue puesto en juego, tanto por pereza mental como por afán imperialista, por los norteamericanos. Por pereza mental porque es más fácil decir, en inglés, Latinoamérica que Hispanoamérica. Por afán imperialista porque ellos son –o se piensan- los americanos, y los demás los latinoamericanos, término que, cuanto más confuso aparezca, mejor sirve sus intereses". Menudo revolucionario se perdió la causa antiimperialista, ja, ja y ja.

En otros pasajes de la misiva el verdadero carácter del Nobel 1989 sale a la luz. Por ejemplo, cuando dice que los indios no precisan de denominación genérica alguna porque "no podrán entrar en vías de culturización sino a través del inglés, del portugués o del español". Tras proclamar su antirracismo Camilo suelta una perla de las suyas: "con mucha gracia, hoy oí decir a un amigo cubano que las mulatas eran un invento español, como el submarino de Isaac Peral o el autogiro de La Cierva". Seguro que a las miles de esclavas negras obligadas a mantener relaciones sexuales con los patrones españoles o criollos durante la era colonial, este chiste no les resultaría tan divertido.

Por mucho que declare que "el español es la lengua de resistencia política de los puertorriqueños, tanto en su patria como en Nueva York o en cualquier otro punto de Norteamérica. Los puertorriqueños aspiran a la independencia, no quieren integrarse en la sociedad norteamericana, hablan el español y a sí mismos se llaman hispanos", no nos engaña. Los lobos con piel de cordero han hecho mucho daño a lo largo de los siglos.

Cela siempre fue un impostor, desde la cuna. Soldado raso del bando fascista, censor en el Cuerpo de Investigación y Vigilancia, creador del tremendismo literario, escribano por encargo del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez. Refiere el periodista Cristóbal García Vera, colaborador de la web Canarias Semanal, que Cela tuvo un padrino en su carrera literaria: Juan Aparicio, granadino de Guadix, cofundador de las JONS junto a Ramiro Ledesma Ramos, Delegado Nacional de Prensa, director del diario Pueblo, un peso pesado de la política cultural del régimen.

Reconozco que fue un maravilloso novelista, un auténtico prestidigitador del castellano, con tres obras fundamentales cómo lo son La familia de Pascual Duarte (1942), Viaje a la Alcarria (1948) y La Colmena (1951). Lo que no es óbice para hablar de su ideario reaccionario, de la brutal manera en que se comportaba, de lo patán que resultó en tantas ocasiones.

Corría el año 1956, cuando, desde Mallorca, Cela pusó en marcha la revista literaria Papeles de Son Armadans, que recuperó para los lectores españoles a autores republicanos cómo Max Aub o Ramón J. Sender, incluyendo entre sus firmas al escritor anarcosindicalista Eduardo Pons Prades, entre otros. Un punto a favor de Camilo José.

Cuando su estrella declinaba, comenzaron a lloverle los galardones literarios de más prestigio. Quedará para siempre cómo uno de los cinco españoles con el Nobel de Literatura en sus alforjas, con todo lo bueno y todo lo malo que eso conlleva.

Estaba yo en el instituto, en primero de bachillerato, cuando Camilo José Cela murió en el mes de enero de 2002. Recuerdo la edición que le dedicó El Mundo, ya que lo regalaban por aquella época en los centros educativos. Buen lavado de cerebro para los infantes tiernecitos, educados por la telebasura y por la Playstation, con sus papaítos columpiándose en el alambre de la precariedad.

Mi opinión personal sobre él no ha variado mucho desde entonces. Sigo considerando que fue un grandísimo escritor de derechas, un señor antipático y malhablado, que supo amoldarse primero al franquismo y luego al juancarlismo, tal y cómo lo hicieron miles de demócratas. Por lo visto, en 1965, aprovechando su viaje a Cuba, se apuntó al turismo revolucionario, demostrando su extravagancia y su rancia personalidad en la carta que inspiró esta reflexión.

Nobel innoble, cadáver exquisito (Umbral dixit), profeta del culo, caca, pedo y pis, amante de la buena vida, defensor del orden establecido, enemigo de cualquier revolución. Prietas las filas en la bóveda celeste, que anda suelto Camiliño José, el delator.

jueves, noviembre 01, 2007

La tumba del general leal

El sábado pasado, por la tarde, subimos al cementerio de San José. Cumplimos así con los muertos, según manda la tradición. Es costumbre antediluviana en nuestra tierra acercarse a esos lugares en estos días, con el objeto de sustituir las flores ajadas por unas recién cortadas (o de plástico, que aguanta mejor las inclemencias del tiempo). Algunas personas aprovechan la visita para limpiar y adecentar la losa que cubre la sepultura de sus seres queridos.

Nosotros también seguimos este ritual, que se hereda al igual que los genes o la malafollá (granaína, se entiende). Así, que ahí estaba yo, con mi madre y con mi padre, en el camposanto municipal, recorriendo sus patios, en busca de la tumba de tal o cual familiar. Hasta me tuve que subir en un contenedor de basura para poder alcanzar la lápida de mis bisabuelos. Imagínense la escena, parecía un gag del cine mudo. A punto de perder el equilibrio, sosteniéndome a duras penas sobre la tapa del cubo, todo sea por honrar la memoria de los míos (¿Tragicómico quizás?).

El menda, que es algo friki por naturaleza, se llevó la cámara de fotos, con una meta clavada en el entrecejo: fotografiar la sepultura del general Emilio Herrera Linares. Uno tiene sus manías, es así de raro y excéntrico. Me dije a mí mismo: Niño, agarra la cámara y le echas un par de fotografías, así tienes la excusa para escribir un post sobre él en el blog. Así están las cosas, uno hace o deshaces cosas para luego verlas reflejadas en el Internete, cómo lo llamaba cariñosamente un profesor del instituto.

Emilio Herrera vino al mundo en Granada, un 13 de febrero de 1879, según reza en su sepultura. Ingeniero militar, as de la aviación, amigo personal de Alfonso XIII, católico y de derechas, permaneció fiel a la República tras el levantamiento fascista del 18 de julio. Ascendido a general en 1937, tras el fin de la contienda marchó al exilio, donde pasaría el resto de su vida.

Su hijo mayor fue José Herrera Petere, poeta y militante comunista. El menor, Emilio cómo el padre, falleció en acto de servicio mientras pilotaba un Chato en la guerra civil. Heredaron de su progenitor el sentido del honor, virtud de la que carecían completamente los generales facciosos.

El destierro, verse obligado a abandonar todo lo que había conformado su existencia hasta entonces, afectó a Herrera al igual que a otros cientos de miles de españoles. La actividad del general durante el exilio fue frenética: fue fundador de la Unión de Intelectuales Españoles, de la revista Independencia, de la Agrupación de Militares Republicanos Españoles, del Ateneo Iberoamericano de París, a la vez que trabajaba para la UNESCO, escribía artículos sobre aviación en revistas especializadas o gestionaba la ayuda económica destinada a los refugiados españoles en Francia.

Su integridad quedó demostrada cuando dimitió de su puesto en la UNESCO en 1955, tras el ingreso de la España franquista en las Naciones Unidas. Nunca fue un revolucionario, más bien un liberal-conservador regeneracionista, claramente antifascista, que incluso actuó de nexo entre el círculo de don Juan de Borbón y Gil Robles y sectores republicanos.

Ministro de Asuntos Militares del Gobierno de La República en el Exilio de 1951 a 1960, Presidente del Gobierno Republicano de 1960 a 1962, ministro sin cartera hasta el final de sus días. Durante su mandato firmó el Acuerdo Luso-Español con el general Humberto Da Silva Delgado, opositor al fascismo portugués que sería asesinado en 1965 por un comando de la PIDE (policía política salazarista), cuando se encontraba en el pueblo pacense de Villanueva del Fresno.

Enfrentando a la jerarquía católica por su participación en la represión de los vencedores, sintiéndose profundamente católico; alertando sobre la alianza hispano-usamericana que involucraba de lleno a España en la guerra fría; jamás cejó en su empeño: restaurar la democracia perdida en nuestro país.

El 13 de septiembre de 1967, cuando ya era un anciano casi nonagenario, falleció en Ginebra. Su hijo Petere le dedicó estos versos en 1975, poco antes de su propia muerte:

A mi padre muerto en destierro

Yo he tenido un Padre Honrado
se llamaba Emilio Herrera
que yace junto a mi casa,
en exilio, bajo tierra.

Las luces ya se retiran
fuegos fatuos, un misterio
alba del amanecer
resucitará a los muertos.

"Padre mío, padre mío
¿por qué me has abandonado...?"
Ya no tienes ojos verdes
¡Ya no hay tu ciencia en tus labios...!

Pero tu Dios es clemente
y tiene mirada blanca
y a través de las estrellas
admira tu alma clara.

Tu inteligencia palpita,
aún, en el cementerio,
diciendo, aquí yace un sabio
que peleó junto al pueblo

Ginebra, enero de 1975.


El meritorio ejemplo del general Herrera Linares no debe perderse en los baúles de la historia, ni mucho menos. Hay que tener en cuenta su fidelidad al pueblo español, al igual que recordamos la lealtad de Vicente Rojo Lluch o de Antonio Escobar Huertas, también generales católicos del Ejército Popular de la República.

Termino este artículo con fiebre y principio de gripe, enfocando mi memoria hacia esos pequeños y grandes héroes que dejaron sus vidas, sus haciendas, sus casas, su patria en la guerra contra el fascismo. Levanto el puño por ellos y por ellas, camaradas, antifascistas todos.