“El amor a la patria me decidió a ponerme a la cabeza de los dignos españoles que despreciando los cadalsos juraron libertad o muerte...”
Rafael de Riego
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”
Rodolfo Walsh
La revolución necesita a la mitología. La subversión del orden establecido requiere de héroes y de mártires. Los poderosos, que fabrican los mitos y falsean la historia, siempre han arrebatado al pueblo, a los trabajadores, la posibilidad de edificar su propia mitología.
Debemos rescatar el pasado para poder entender el presente, y preparar el futuro. La recuperación de nuestra memoria histórica no debe limitarse a períodos concretos ni a hechos colectivos. A lo largo de los tiempos, personas singulares han contribuido con su esfuerzo y su tesón a la causa de los pobres.
Algunos de estos personajes han sido olvidados hasta por la propia izquierda, que nunca los consideró suyos. El teniente coronel Rafael de Riego, liberal constitucionalista en tiempos de absolutismo, merece también nuestro recuerdo.
Además de rotular con su apellido el himno oficial de la Segunda República, Rafael de Riego protagonizó importantes escenas de la vida española en el siglo XIX. Cuando el reinado de Carlos IV tornaba a su fin, Riego entró a formar parte de la Guardia de Corps, encargada de proteger a la familia real. Fue capitán del ejército antinapoleónico, siendo deportado a Francia, donde estableció contacto con la masonería.
Regresó a España en 1814, con el grado de teniente coronel. Juró defender la Constitución de 1812, que poco después fue derogada por el tirano Fernando VII. El 1 de enero de 1820, encontrándose al mando de un batallón que se disponía a partir hacia América para reprimir el levantamiento independentista, Riego se sublevó en defensa de La Pepa. Con este gesto, además de desafiar al monarca absolutista y propiciar el denominado Trienio Liberal, contribuyó de forma destacada, a la gesta libertadora de América Latina.
Nombrado mariscal de campo por el nuevo gobierno liberal, fue designado Capitán General de Galicia, siendo destituido inmediatamente acusado de republicanismo. Nombrado Capitán General de Aragón, trasladó su residencia a Zaragoza. Tras el complot republicano de Cugnet de Montarlet fue nuevamente destituido. Según cuentan las crónicas, en esos momentos, el pueblo le aclamaba y le adoraba, paseando su retrato por las calles madrileñas.
En marzo de 1822 fue elegido diputado por su Asturias natal, convirtiéndose en presidente de las Cortes. Riego formó parte, junto con su compañero de armas Evaristo de San Miguel, del sector más izquierdista del liberalismo, los llamados veinteañistas o exaltados.
La invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis truncó el Trienio Liberal y devolvió el poder absoluto a Fernando VII. El general Riego, después de votar en Cádiz la incapacitación del rey, intentó detener el avance de las tropas de la Santa Alianza (antepasada de la OTAN), siendo traicionado y capturado.
Enviado a Madrid, intento salvar su vida, pidiendo clemencia al rey. Todo fue en vano, la venganza borbónica no se hizo esperar y llegó el 7 de noviembre de 1823. Ese día fue ahorcado en la plaza de la Cebada, en el barrio de la Latina, en Madrid. El pueblo que lo había aclamado, vil populacho en muchas ocasiones, celebraba su ejecución. Vivan las Caenas.
Pronto, con el fragor de los motines e insurrecciones, mientras las Constituciones se sucedían y los militares apuntalaban el trono, la figura de Riego se desvaneció, entre las brumas de la historia.
Cien años después de su asesinato, los constituyentes de la República decidieron establecer cómo himno oficial del nuevo Estado la marcha militar compuesta en homenaje al liberal asturiano. La confusión sobrevuela también sobre la autoría de la letra y de la música del himno. Se barajan varios nombres, entre ellos José Melchor Gomis y el anteriormente mentado Evaristo de San Miguel.
Paradójicamente, el himno de Riego sepultó al teniente coronel Rafael de Riego. Aquella canción, compuesta para honrar a Riego, simbolizó el espíritu republicano, la fuerza de la razón frente a la barbarie franquista. Sin embargo, el homenajeado quedó en el camino. La gente de izquierda, la clase obrera concienciada, la intelectualidad revolucionaria, no supo reconocer que aquel hombre fue un precursor, un liberal exaltado y republicano, enemigo de la reacción.
Rafael de Riego es nuestro Simón Bolívar. He visto distintas fotografías de chavistas portando el retrato del Libertador en manifestaciones de apoyo al proceso bolivariano. Aquí también se sujetó la efigie de Riego, se la llevó por las calles, el pueblo reconoció a su héroe. Sólo son pequeños detalles que unen a estos dos próceres, ambos liberales presocialistas.
Riego es una fibra más del hilo rojo de nuestra historia, junto a Pablo Iglesias, Buenaventura Durruti o Dolores Ibárruri. Es uno de los héroes del pueblo español, aunque casi nadie haya oído hablar de él. Debe de figurar, por derecho propio, en nuestro santoral laico.
Necesitamos héroes, mártires, elementos de una cosmovisión revolucionaria que ilumine la España que queremos, el mundo nuevo que está por venir.
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