viernes, septiembre 28, 2007

Verano en Sepia

Derrotado y desarmado, tras la tormenta de los mil rayos, el verano ha acabado. Esta vez, no hemos tenido que enterrar a Chanquete en el Peñón del Santo cómo antes, ya no suena esa melodía, ni los veranos son azules. Tampoco rojos, por desgracia.

He vuelto, he regresado de la playa tras estar casi 2 meses allí varado, no tan ballena cómo el verano pasado, cuando rebasé los límites de todo lo imaginable. No se extrañen señores, este que escribe, señorito criptocomunista de los de ahora, disfruta del estío en un apartamento de cincuenta y pico metros cuadrados, atrapado entre la discreta burguesía y la hoz y el martillo.

Creo que no miento si afirmo que, desde que dejé tirado a este blog pulgoso, tras dirigir mis atenciones al señor Carrillo Solares, he madurado un poco y he perdido algo de mi inocencia original. No quiero soltar en este lugar mi particular memorial de agravios, no creo que les interese, seguro que prefieren que dirija mis dardos de mala follá granaína contra el sistema y sus perros de presa.

La muerte de El Fary, mito indiscutible de la canción popular española, abrió esta temporada de decesos ilustres (Que bien que me ha quedado eso de decesos, me voy pareciendo a los que publican en Alfaguara). No puedo negarlo, siempre he sentido un cariño especial por José Luis Cantero, aunque ustedes no lo entiendan. Bergman, Antonioni, Emma Penella, Paco Umbral, Pavarotti,... La lista es interminable, especialmente interesante para frikis cómo el menda.

También subió a los cielos Don Jesús de Polanco, a cuyas exequias prometo dedicarles un texto en los próximos días. Fidel Castro sigue ahí, vivo, disparando con su pluma, ajado y arrugado, más Caballo que nunca. El buenazo de Marcelino Camacho, parte intransferible de mi memoria sentimental, también.

Acabo el rollo macabeo, regalándoles 2 perlas cultivadas, el folleto del Profesor Musa y un carné de socio del Granada C.F., expedido a nombre de mi abuelo paterno, al que nunca conocí, para mi eterna pena. La propaganda del gran Musa, repartida a diestro y siniestro por todos los confines de mi tierra, les hará reírse un rato. Lo otro es sólo un pequeño homenaje, muy personal, pero que quiero compartir con los cuatro zumbaos que me leéis.

Salud y República (Tengo que tener cuidado, que no me enchirone Grande-Marlaska).




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