Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan, no, ni son españoles ni son defensores de los intereses del país.(José Diaz).
En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos –nuestros barinas– invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud. (Antonio Machado).
De repente, Abril. Reaparece perlado de lluvias, tan necesarias para paliar la sed de nuestros campos. Regresa, en plena Semana de Pasión, entre nazarenos, bandas de música y vírgenes bajo palio. Abril republicano, tricolor, repleto de recuerdos y de esperanzas. Aclararon el morao de las banderas, pero no consiguieron arrancar ese morao del corazón de los buenos españoles.
A lo largo y ancho del país se celebran actos republicanos, en pos de la memoria histórica y cómo punto de encuentro de las viejas y nuevas generaciones que luchan por una España diferente. Desde hace algunos años, el movimiento republicano se ha visto revitalizado, al calor de las movilizaciones antiguerra, empujado por los mejores cuadros de la izquierda anticapitalista.
La Monarquía Borbón, cada vez más cuestionada, todavía es apoyada por millones de ciudadanos que se sienten juancarlistas. El cuento de hadas de la Transición sigue bien arraigado en el subconsciente colectivo, incluso entre muchos republicanos de izquierda. Pero, poco a poco, se va resquebrajando el engaño y salen a la luz numerosas críticas contra la Familia Real y sus adláteres.
Algunas de estas críticas provienen de sectores de la derecha liberal, lo que no hace sino confirmar las advertencias lanzadas por Julio Anguita en los últimos tiempos. Parte de la derecha se está republicanizando a marchas forzadas, sabedora de que el chanchullo monárquico no durará toda la vida. Debemos estar atentos, y preparados para impedir que una futura Tercera República nazca herida de muerte.
El colectivo republicano, las gentes que queremos un futuro mejor para nuestro país, aquellos que aspiramos a mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras, necesitamos evitar la nostalgia y preparar el porvenir, sin dejar de recuperar la memoria de los nuestros. Es una tarea complicada, que requiere voluntad, sacrificio y tesón, pero que es vital para dignificar nuestro pasado e indispensable para construir un nuevo modelo de convivencia.
Recordar el pasado, sin idealizarlo. Idealizar el futuro, recordando los renuncios del presente. Recobrar la Patria Perdida, que duerme el sueño de los justos desde el 39. Celebrar el 14 de abril, sin olvidar el 18 de julio. Es más que urgente la refundación del Estado, para lograr un país soberano y libre, que reconozca la autodeterminación, sin dejar en el tintero la conveniencia de la unidad. Unidad en la diversidad, unidad republicana, defensa de los intereses mutuos frente a los imperialismos depredadores.
La Monarquía posfranquista es un negocio caduco, que, incluso, está en franca contradicción con los principios de la democracia liberal (o burguesa). Defendida por la derecha aznarista y elogiada por la progresía, bendecida por la Santa Madre Iglesia y jaleada por los medios de comunicación, su misma existencia es un insulto a la inteligencia.
El otro día, un ciudadano dejó con la boca abierta al mismísimo presidente del Gobierno, al plantear una cuestión elemental: ¿Por qué, en pleno Siglo XXI, los españoles debemos sufragar los gastos y estipendios de una, cada vez más numerosa, familia de aristócratas holgazanes? La respuesta de Rodríguez Zapatero, evasiva y destinada a loar la figura de Juan Carlos I, fue un fiel reflejo de la catadura moral de nuestros políticos (de la inmensa mayoría, porque todavía resisten políticos ejemplares, militantes de izquierdas, honestos y republicanos).
De nuevo, Abril. Abril para vivir, Abril para luchar. Abril morao como la bandera que nos arrebataron. Una vez, hace ya 70 años, un pueblo se atrevió a soñar, y lo pagó muy caro. Millones de mujeres, millones de hombres, quisieron construir una nueva patria, más justa y acogedora, un país para todos, una República democrática de trabajadores con perspectivas socialistas. El pueblo de entonces, ideologizado y combativo, quiso crear una España a su imagen y semejanza. Por supuesto, la Falsa España, la que expide certificados de patriotismo y masacra a los humildes, no se lo permitió. Los rojos defendieron su patria conquistada hasta el final y tocaron el cielo con la punta de los dedos.
Nos robaron el mes de Abril. Ahora, vamos a recuperarlo.
* No quería que el texto fuera nostálgico y está plagado de nostalgia. Lo más curioso es que, muchos de nosotros sentimos nostalgia por una época y por un país que no conocimos. Pero, lo que es cierto, como he escrito en otras ocasiones, es que yo perdí una guerra cincuenta años antes de nacer. Mi país, la única patria posible de un español republicano, dejó de existir cuando mis cuatro abuelos eran adolescentes.
No quiero terminar este texto, sin dar las gracias a Joaquín Sabina y a Carlos Cano (que estás en los cielos) por sus canciones y por sus letras, que me han inspirado algunos aspectos de este artículo.
En España lo mejor es el pueblo. Por eso la heroica y abnegada defensa de Madrid, que ha asombrado al mundo, a mí me conmueve, pero no me sorprende. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos –nuestros barinas– invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España, no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo. La demofilia es entre nosotros un deber elementalísimo de gratitud. (Antonio Machado).
De repente, Abril. Reaparece perlado de lluvias, tan necesarias para paliar la sed de nuestros campos. Regresa, en plena Semana de Pasión, entre nazarenos, bandas de música y vírgenes bajo palio. Abril republicano, tricolor, repleto de recuerdos y de esperanzas. Aclararon el morao de las banderas, pero no consiguieron arrancar ese morao del corazón de los buenos españoles.
A lo largo y ancho del país se celebran actos republicanos, en pos de la memoria histórica y cómo punto de encuentro de las viejas y nuevas generaciones que luchan por una España diferente. Desde hace algunos años, el movimiento republicano se ha visto revitalizado, al calor de las movilizaciones antiguerra, empujado por los mejores cuadros de la izquierda anticapitalista.
La Monarquía Borbón, cada vez más cuestionada, todavía es apoyada por millones de ciudadanos que se sienten juancarlistas. El cuento de hadas de la Transición sigue bien arraigado en el subconsciente colectivo, incluso entre muchos republicanos de izquierda. Pero, poco a poco, se va resquebrajando el engaño y salen a la luz numerosas críticas contra la Familia Real y sus adláteres.
Algunas de estas críticas provienen de sectores de la derecha liberal, lo que no hace sino confirmar las advertencias lanzadas por Julio Anguita en los últimos tiempos. Parte de la derecha se está republicanizando a marchas forzadas, sabedora de que el chanchullo monárquico no durará toda la vida. Debemos estar atentos, y preparados para impedir que una futura Tercera República nazca herida de muerte.
El colectivo republicano, las gentes que queremos un futuro mejor para nuestro país, aquellos que aspiramos a mejorar las condiciones de vida de las clases trabajadoras, necesitamos evitar la nostalgia y preparar el porvenir, sin dejar de recuperar la memoria de los nuestros. Es una tarea complicada, que requiere voluntad, sacrificio y tesón, pero que es vital para dignificar nuestro pasado e indispensable para construir un nuevo modelo de convivencia.
Recordar el pasado, sin idealizarlo. Idealizar el futuro, recordando los renuncios del presente. Recobrar la Patria Perdida, que duerme el sueño de los justos desde el 39. Celebrar el 14 de abril, sin olvidar el 18 de julio. Es más que urgente la refundación del Estado, para lograr un país soberano y libre, que reconozca la autodeterminación, sin dejar en el tintero la conveniencia de la unidad. Unidad en la diversidad, unidad republicana, defensa de los intereses mutuos frente a los imperialismos depredadores.
La Monarquía posfranquista es un negocio caduco, que, incluso, está en franca contradicción con los principios de la democracia liberal (o burguesa). Defendida por la derecha aznarista y elogiada por la progresía, bendecida por la Santa Madre Iglesia y jaleada por los medios de comunicación, su misma existencia es un insulto a la inteligencia.
El otro día, un ciudadano dejó con la boca abierta al mismísimo presidente del Gobierno, al plantear una cuestión elemental: ¿Por qué, en pleno Siglo XXI, los españoles debemos sufragar los gastos y estipendios de una, cada vez más numerosa, familia de aristócratas holgazanes? La respuesta de Rodríguez Zapatero, evasiva y destinada a loar la figura de Juan Carlos I, fue un fiel reflejo de la catadura moral de nuestros políticos (de la inmensa mayoría, porque todavía resisten políticos ejemplares, militantes de izquierdas, honestos y republicanos).
De nuevo, Abril. Abril para vivir, Abril para luchar. Abril morao como la bandera que nos arrebataron. Una vez, hace ya 70 años, un pueblo se atrevió a soñar, y lo pagó muy caro. Millones de mujeres, millones de hombres, quisieron construir una nueva patria, más justa y acogedora, un país para todos, una República democrática de trabajadores con perspectivas socialistas. El pueblo de entonces, ideologizado y combativo, quiso crear una España a su imagen y semejanza. Por supuesto, la Falsa España, la que expide certificados de patriotismo y masacra a los humildes, no se lo permitió. Los rojos defendieron su patria conquistada hasta el final y tocaron el cielo con la punta de los dedos.
Nos robaron el mes de Abril. Ahora, vamos a recuperarlo.
* No quería que el texto fuera nostálgico y está plagado de nostalgia. Lo más curioso es que, muchos de nosotros sentimos nostalgia por una época y por un país que no conocimos. Pero, lo que es cierto, como he escrito en otras ocasiones, es que yo perdí una guerra cincuenta años antes de nacer. Mi país, la única patria posible de un español republicano, dejó de existir cuando mis cuatro abuelos eran adolescentes.
No quiero terminar este texto, sin dar las gracias a Joaquín Sabina y a Carlos Cano (que estás en los cielos) por sus canciones y por sus letras, que me han inspirado algunos aspectos de este artículo.
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