El sistema es corrupto por naturaleza. Sus servidores son corruptos. El capitalismo neoliberal es estructuralmente corrupto. La economía sumergida es vital para la supervivencia del tinglado.
La España actual sigue siendo la corte de los milagros. A falta de reinas ninfómanas y reyes consortes homosexuales, tenemos reyes comisionistas y politicuchos vendidos al capital inmobiliario. Proliferan las detenciones y procesos judiciales contra cargos públicos, especialmente locales. No sabemos aún cuando llegará el turno de los mandamases de las autonomías y del Estado.
Los dos grandes partidos dinásticos, PSOE y PP, acumulan la mayor parte de las denuncias y procesos, al igual que liberales y conservadores engrasaban la ingeniería de la primera Restauración con aceite de caciquismo. Los partidos de la burguesía nacionalista periférica no se quedan atrás, también puede uno enriquecerse en el nombre de Euskal Herria o de Catalunya. Hasta IU, hipermoderada últimamente, recoge una parte ínfima del pastel de la corrupción.
Marbella, rompeolas de todos los mangantes y de todas las mafias, no es única en su género, aunque es mucho más pintoresca. No siempre pillan a una folclórica con las manos en la masa. Marbella es la regla, no la excepción. Toda España es Marbella.
Sólo debe uno dirigir su mirada a la Comunidad Valenciana, feudo del PP, denunciada por la Comisión Europea (que, cómo bien saben ustedes, es una cueva de marxistas, masones y separatistas). Las barrabasadas urbanísticas, los escándalos del ladrillo, forman parte de la cotidianeidad de cualquier valenciano. No olvidemos los inicios en política de Eduardo Zaplana, marcados por el transfuguismo y aquellas escuchas telefónicas, de las que muchos españoles se han olvidado (o han querido olvidarse).
Por desgracia, Andalucía entera no es como Marinaleda. El hilo musical andaluz no incluye a Reincidentes. La banda sonora de esta tierra es cosa de Los del Rio y de cuatro flamenquitos subvencionaos. La Andalucía del PSOE presume de progreso y modernidad, mientras otorga el título de Hija Predilecta a Cayetana Fitz-James Stuart, una de las mayores terratenientes de este país. Parece un chiste de Los Morancos, pero es real, tan real como el sudor de miles de jornaleros andaluces que se ven obligados a trabajar lejos de sus pueblos. La reforma agraria, banderín de enganche de la izquierda andaluza durante la Transición, duerme el sueño de los justos.
Sofico, Matesa, Redondela, nombres del pasado que resuenan en el presente. El franquismo, brutal cortijo de unos pocos e inmensa cárcel para los rojos, corrompió España hasta los tuétanos. Usando mano de obra esclava, autorizando barbaridades, poniendo siempre el cazo, todo por el bien de la patria. Nacieron grandes fortunas, destinadas a dirigir económicamente la España posfranquista.
El juancarlismo heredó estos genes corruptos, anticipando la marbellización del país. Es procedente (e ineludible) una regeneración total del Estado. Una regeneración sin cirujanos de hierro ni salvapatrias, un cambio de régimen, una revolución ciudadana. Sólo la República democrática podrá socavar los cimientos de la corrupción, sólo el pueblo trabajador podrá derribar a los magnates. Sólo la conciencia de clase acabará con el individualismo ramplón, que bendice el pertinaz saqueo de las arcas públicas.
La España actual sigue siendo la corte de los milagros. A falta de reinas ninfómanas y reyes consortes homosexuales, tenemos reyes comisionistas y politicuchos vendidos al capital inmobiliario. Proliferan las detenciones y procesos judiciales contra cargos públicos, especialmente locales. No sabemos aún cuando llegará el turno de los mandamases de las autonomías y del Estado.
Los dos grandes partidos dinásticos, PSOE y PP, acumulan la mayor parte de las denuncias y procesos, al igual que liberales y conservadores engrasaban la ingeniería de la primera Restauración con aceite de caciquismo. Los partidos de la burguesía nacionalista periférica no se quedan atrás, también puede uno enriquecerse en el nombre de Euskal Herria o de Catalunya. Hasta IU, hipermoderada últimamente, recoge una parte ínfima del pastel de la corrupción.
Marbella, rompeolas de todos los mangantes y de todas las mafias, no es única en su género, aunque es mucho más pintoresca. No siempre pillan a una folclórica con las manos en la masa. Marbella es la regla, no la excepción. Toda España es Marbella.
Sólo debe uno dirigir su mirada a la Comunidad Valenciana, feudo del PP, denunciada por la Comisión Europea (que, cómo bien saben ustedes, es una cueva de marxistas, masones y separatistas). Las barrabasadas urbanísticas, los escándalos del ladrillo, forman parte de la cotidianeidad de cualquier valenciano. No olvidemos los inicios en política de Eduardo Zaplana, marcados por el transfuguismo y aquellas escuchas telefónicas, de las que muchos españoles se han olvidado (o han querido olvidarse).
Por desgracia, Andalucía entera no es como Marinaleda. El hilo musical andaluz no incluye a Reincidentes. La banda sonora de esta tierra es cosa de Los del Rio y de cuatro flamenquitos subvencionaos. La Andalucía del PSOE presume de progreso y modernidad, mientras otorga el título de Hija Predilecta a Cayetana Fitz-James Stuart, una de las mayores terratenientes de este país. Parece un chiste de Los Morancos, pero es real, tan real como el sudor de miles de jornaleros andaluces que se ven obligados a trabajar lejos de sus pueblos. La reforma agraria, banderín de enganche de la izquierda andaluza durante la Transición, duerme el sueño de los justos.
Sofico, Matesa, Redondela, nombres del pasado que resuenan en el presente. El franquismo, brutal cortijo de unos pocos e inmensa cárcel para los rojos, corrompió España hasta los tuétanos. Usando mano de obra esclava, autorizando barbaridades, poniendo siempre el cazo, todo por el bien de la patria. Nacieron grandes fortunas, destinadas a dirigir económicamente la España posfranquista.
El juancarlismo heredó estos genes corruptos, anticipando la marbellización del país. Es procedente (e ineludible) una regeneración total del Estado. Una regeneración sin cirujanos de hierro ni salvapatrias, un cambio de régimen, una revolución ciudadana. Sólo la República democrática podrá socavar los cimientos de la corrupción, sólo el pueblo trabajador podrá derribar a los magnates. Sólo la conciencia de clase acabará con el individualismo ramplón, que bendice el pertinaz saqueo de las arcas públicas.
1 comentario:
Recomiendo leer, a todos los interesados en las escuchas de la operación Malaya, lo que acabo de publicar en http://www.miguelgallardo.es/habeas/audio
También recomiendo
http://www.cita.es/escuchas
http://www.cita.es/autograbaciones
http://www.miguelgallardo.es/teleperito
http://www.miguelgallardo.es/diligencias/previas
http://www.cita.es/escuchados
http://www.cita.es/escuchadores
http://www.cita.es/escuchas/sentencias
http://www.cita.es/fonogramas
http://www.cita.es/fonogramas/peritaje.pdf
http://www.cita.es/sitel
Pero repito que lo último y más relevante está en http://www.miguelgallardo.es/habeas/audio
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